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Hay libros que esperan su hora para ser leídos. Así me pasó con esta obra de Isaacson publicada en 2011. La conseguí a mediados de 2018, en una edición Debolsillo, pero no la leí completa nunca sino hasta ahora. Es que era un libro gordo de más de 700 páginas que siempre me terminaba expulsando (o yo a él). Lo comencé como unas tres veces y fracasé en cada intento; me truncaba en la página 15 o 20 porque me parecía aburrido, y temía que las siguientes 680 o 670 páginas fueran más o menos igual de tediosas. Sin embargo, como ya me ocurrió con otros libros que no se dejaron leer en un primer intento, hace dos semanas lo cogí nuevamente del estante en el que se estaba empolvando, pero ahora sí con la determinación firme de leerlo sin excusa, hasta la última página.
Para mi sorpresa, esta vez lo encontré interesante y no sólo eso, sino interesantísimo. No lo leí de corrido: lo saboreé con mucho placer, tanto que durante varias noches me quedé en vela hasta la madrugada del siguiente día con el libro en manos. Ya me parecía raro que Isaacson, que es un muy buen biógrafo y de quien ya había leído sus buenas biografías sobre Einstein y Leonardo, me decepcionara con sus páginas. Steve Jobs: La biografía fue adquiriendo la tensión narrativa con que siempre escribe Isaacson y que nunca debe faltar en un buen libro.
Un joven distraído y rebelde mira cómo su papá adoptivo trabaja en el garaje de su casa, luego deja la universidad, se ilusiona con fundar una nueva compañía de ordenadores, recluta a su amigo Wozniak para ello, se convierte en un magnate extravagante y cascarrabias, lo echan de la empresa que él mismo fundó, luego lo recontratan, le diagnostican cáncer, aun enfermo sigue sin dejar el carácter atropellador y volcánico que posee y finalmente muere, dejando en la marca de la manzana mordida la estela de la creatividad y algo de locura. Tal es la vida que en más de 700 páginas Isaacson describe con una prosa en ciertos momentos cautivante y en otros —quizás por los tecnicismos de computación e informática— no tanto. Pero se trata sin duda de una buena investigación, basada sobre todo en testimonios orales y correos electrónicos a los que el autor del libro tuvo acceso por primera vez antes que ningún otro biógrafo del creador del iPod.
Puesto que se trata de una vida de algo más de medio siglo solamente (Jobs murió a los 56 años), y teniendo en cuenta el número de páginas escritas por Isaacson, a veces la exhaustividad del trabajo abruma. El biógrafo inquiere no solamente la vida de Steve Jobs, sino ciertos detalles de las otras vidas que lo rodearon, como la de sus amigos, la de sus exparejas y, obviamente, la de sus empleados de Apple. Esta exhaustividad es positiva y negativa. Positiva porque brinda al lector un panorama completo del medio, el tiempo y las circunstancias en los que se desarrolló la existencia de Jobs durante más de cincuenta años. Negativa porque la narración (la tensión narrativa), por su exhaustividad, por momentos deja de ser tan atractiva debido a que la vida del biografiado como tal tiende a perderse de vista.
Una de las virtudes del libro es su criticidad. Cuenta Isaacson, en la introducción y también hacia el final del libro, que Steve Jobs, conocido por todos por su personalidad autoritaria y regañona, se comprometió con él a no controlar nunca la escritura del libro —como, por el contrario, sí había controlado con mano de hierro durante tantos años las riendas de la compañía Apple— y ni siquiera a leer la obra una vez estuviera lista para entrar a la imprenta para su publicación. Entonces el biógrafo pudo sentirse con una libertad más plena para consultar sus impresiones y relatos a los críticos —e incluso detractores y adversarios— del empresario tecnológico. El resultado: un libro en el que se ven no sólo el lado más creativo, emprendedor y genial del visionario, sino también sus fantasmas, sus obsesiones, sus manías, su oscuridad.
El libro narra la trayectoria heroica de un hombre adelantado a su tiempo. Según Isaacson, Jobs revolucionó varias áreas de la vida digital y virtual: impulsó la revolución de los ordenadores con interfaces gráficas de usuario, dio paso a la animación digital (Pixar y Toy Story), el iPod y la tienda iTunes cambiaron la manera de consumir y comprar música y resucitaron la industria discográfica, con el iPhone direccionó los teléfonos hacia la fotografía, la navegación web, el correo electrónico y la reproducción de video e impulsó el periodismo, la edición y el consumo de libros con el iPad.
Como los otros genios a los que este mismo autor biografió (Einstein, Leonardo, entre otros), Jobs también se sintió seducido por la intuición y la imaginación, mucho más que por el pensamiento frío y racionalista. Su experiencia de juventud en la India con la meditación y el pensamiento zen le imbuyó el mantra de la confianza en la intuición antes que en, por ejemplo, un frío estudio de mercado lleno de estadísticas y gráficos. Y así uno se pone a pensar que aquella, la de la intuición, debe ser una cualidad o facultad sine qua non de todo inventor o creador.
Hace unos días solamente Walter Isaacson lanzó su último libro, una biografía de otro visionario actual que desea revolucionar varios campos: Elon Musk. Seguramente se trata de un libro también provocador, incisivo y, como todos los de este autor, crítico.