Prado: Trabajo para continuar el legado que dejó Martín Cárdenas
Carlos Prado Mendoza es un practicante de la medicina tradicional quechua, amawta y ritualista. Sus años de carrera y diversos trabajos le valieron el ser reconocido tanto a nivel nacional en la Cámara de Senadores, como en el contexto internacional. Escribió múltiples libros sobre técnicas curativas ancestrales y uso de hierbas medicinales. También dedicó gran parte de su vida a la preservación de áreas de plantas medicinales que están siendo deforestadas.
Una de estas áreas es el jardín botánico Martín Cárdenas. Este ambiente fue fundado en 1962 por el famoso botánico cochabambino en cuyo honor se bautizó el jardín. El doctor Cárdenas importó muchas especies de plantas de todas partes del mundo, incluso se tiene constancia de que trajo plantas desde Australia. Luego de su muerte, se descuidó un poco el jardín para luego ser protegido por la Sociedad Boliviana de Historia Natural, más concretamente, por alumnos del propio Martín Cárdenas. Al fallecer éstos, la Alcaldía de Cochabamba se hizo cargo del jardín, pero esta entidad contrató a la Empresa Municipal de Áreas Verdes y Recreación Alternativa (Emavra) para cuidar de este lugar.
En años recientes, el Centro Cultural Kuska, fundado por Carlos Prado Mendoza, empezó a colaborar con Emavra y la Alcaldía para preservar las especies de plantas medicinales del jardín que poco a poco van desapareciendo.
En una entrevista con Los Tiempos, Prado habló sobre su trabajo como practicante de medicina tradicional y sobre sus esfuerzos en el jardín botánico.
—¿Cómo se inició en el mundo de la medicina tradicional?
—Mis padres eran curanderos herbolarios quechuas, yo aprendí de ellos. En mi familia somos varias generaciones de curanderos, más de 300 años somos curanderos. Yo soy sexta generación. En mi familia somos nueve hermanos y yo soy el único que ha aprendido y seguido esto de la medicina tradicional. No todos estamos llamados a hacer esto, hay cierto tipo de condiciones espirituales que se necesitan para continuar con lo que nos han enseñado nuestros padres.
—¿Cómo fue su proceso de formación?
—Desde los 3 o 4 años de edad, yo ya estaba detrás de mi madre alcanzándole plantas para moler y ayudándole a recoger. Yo recibí de ella esta enseñanza: “Antes de sanar, curar a las personas, tienes que saber curar animales”. Entonces con ella aprendí a curar primero gatitos, perritos, gallinas, cualquier animalito herido que estaba cerca de nosotros lo atendíamos.
Luego, cuando ya sabía preparar medicinas, recibí otra enseñanza: “Nunca debes dar de tomar la medicina a otra persona si tú no tomas primero”. Entonces yo tomaba siempre antes de darles algo a mis pacientes, por ética. Mucho se dice que en las culturas originarias no existe la ética. Sí existe y es oralmente transmitida.
Al final en mi adolescencia, ya empecé a estudiar cómo mi madre sanaba a las personas enfermas. Desde esa vez hasta ahora continúo con mi formación.
—Usted es un gran vocero y difusor de las artes medicinales tradicionales, ¿de dónde nace esta iniciativa?
—Cultura que no se transmite muere. Para las personas que no escriben, el peligro es doble. Yo quiero que las tradiciones ancestrales perduren. Para eso no sólo debo hablar, porque las palabras se las lleva el viento. Por lo tanto, escribí libros para transmitir todo lo que me han enseñado. Mi libro Mancharisqa: no es depresión está escrito en quechua y en español. Un día, una doctora de Alemania me visitó y me dijo que leyó el libro y que quiere traducirlo para usar las técnicas que están en él. Es así que mi obra se tradujo al holandés y al alemán. Este libro es muy educativo en sí mismo. Son 100 páginas de técnicas que nunca antes habían sido escritas, pero tuve que hacer recortes; sino, el libro se extendería por más de 500 páginas y es difícil hacer impresiones así.
—¿Cómo se sintió usted cuando le informaron que recibiría un reconocimiento por parte de la Cámara de Senadores?
—Me sentí como si hubiera ganado un premio Nobel. Esos premios se dan en la parte científica-académica, pero en medicina tradicional no hay ese tipo de impacto. Yo no me postulé para recibir este reconocimiento. Varios amigos muy cercanos presentaron evidencias de mi trabajo y mis experiencias y en el Senado aceptaron. Así que fui con toda mi familia a recibir el reconocimiento. Yo considero que el honor no es para mí, ni siquiera para mi familia. El honor es para la cultura quechua y la sabiduría de los ancestros. Es por eso que mis libros están en quechua. La gran mayoría del texto está en quechua y posteriormente se hace la traducción en español.
—¿Cuál es el trabajo que despliega en el jardín botánico Martín Cárdenas?
—Cuando falleció el doctor Martín Cárdenas se descuidó un poco el terreno. Luego se fundó la Sociedad Boliviana de Historia Natural y se hicieron cargo del jardín. Pero esto fue relativo, porque los encargados poco a poco fueron muriendo y se descuidó nuevamente. Ahora está a cargo la Alcaldía, pero ellos también contrataron a un tercero, Emavra Sin embargo, considero que no estaban cuidando bien porque no tienen experiencia con jardines botánicos. Por eso yo me preocupé por la conservación de plantas medicinales raras presentes en el Jardín. Cuando se fundó en 1962, el jardín botánico tenía más de 1.500 especies de plantas traídas de todo el mundo. En la actualidad quedan entre 600 y 700 especies.
Yo estoy trabajando para que se vuelvan a plantar muchas de esas especies perdidas y otras nuevas. Siempre que viajo realizo muchos trueques de semillas. Hace poco fui a Perú y a Chile, donde intercambié semillas. Hace un tiempo planté en el jardín un árbol de secuoya, los árboles más grandes y longevos del mundo. Es así que ahora estoy a cargo del área de plantas medicinales del jardín botánico. Me ofrecieron ser director del jardín, pero lo rechacé porque tengo a mis pacientes que atender. Pero sigo trabajando por continuar el legado que el doctor Cárdenas nos dejó a todos los cochabambinos.