El Pompidou se transforma en el taller de Brancusi, el padre de la escultura moderna
A pesar de ser considerado el padre de la escultura moderna, la obra de Constantin Brancusi (1876-1957) ha protagonizado pocas exposiciones. Él prefería invitar a los curiosos a su taller, una idea que el Centro Pompidou recupera ahora para la mayor muestra jamás organizada sobre este artista de origen rumano.
A través de cerca de 200 esculturas, fotografías, bocetos y videos, el célebre museo de arte contemporáneo de París propone desde este miércoles una gran retrospectiva que recorre la vida y obra de Brancusi, desde su viaje a pie atravesando casi toda Europa, para instalarse en la capital francesa en 1904, hasta sus últimas obras en busca de la forma pura y la estilización radical.
"Es un artista muy poco expuesto en vida porque él más bien invitaba a sus contemporáneos a venir a su taller. Le gustaba controlar todas las dimensiones de la presentación de sus esculturas", explicó a EFE durante la presentación a la prensa Ariane Coulondre, comisaria de esta muestra temporal abierta hasta el 1 de julio.
Por el taller de Brancusi, ubicado en el callejón Ronsin, en el distrito XV de París, pasaron visitantes de todo tipo durante las cinco décadas en las que estuvo instalado allí, además de amistades célebres como los también artistas Amedeo Modigliani o Marcel Duchamp.
Esos visitantes hablaban después de la sensación de haber penetrado en otro mundo, de la emoción de la luz y de la blancura del polvo que invadía el espacio (y también las barbas y la ropa del escultor), tal y como lo dejó escrito la editora estadounidense Margaret Anderson, fundadora de la influyente revista de arte The Little Review.
Tan crucial era para Brancusi ese taller que, a su muerte en 1957, lo legó al Estado francés, con la condición de que fuera reconstituido. "Era de alguna manera el museo de su creación, una obra en sí misma", según Coulondre.
No es casual, por tanto, que ese espacio con herramientas colgadas y preparado para el trabajo duro con las manos ocupe el corazón mismo de la retrospectiva que el Pompidou despliega esta primavera, justo antes de que París se vuelque de lleno con el espíritu olímpico y en la antesala del cierre por renovaciones que mantendrá clausurado este museo entre 2025 y 2030.
Gesto, forma y espacio: una triple revolución
La escenografía de la retrospectiva sobre Brancusi también cuida con luminosidad, amplitud y fluidez de formas el vínculo directo del espacio con la obra y el taller de Brancusi, donde siempre sonaba la música.
Melómano empedernido, en la muestra se pueden observar los vinilos y escuchar de fondo algunas de las piezas que componían su inmensa y ecléctica colección de discos, entre los que había desde jazz a flamenco, pasando por música del continente africano, folclore de América Latina o el piano magistral de Béla Bartók.
Esa variedad de gustos es una de las pruebas, según la comisaria de la exposición, de cómo Brancusi buscaba enriquecerse con todo tipo de influencias, a la vez que exploraba la originalidad más radical que caracterizó su obra.
"La revolución de Brancusi en la historia de la escultura fue triple", subrayó Coulondre, al explicar por qué se le considera el padre de la escultura moderna.
Fue en primer lugar una "revolución en el gesto", ya que el artista, que se nacionalizó francés, "tallaba directamente el material", mientras que "durante siglos los escultores habían modelado con arcilla".
En segundo lugar, hizo una "revolución de la forma", ya que Brancusi buscó reducirla a la pureza y a la geometría, intentando "ir más allá de las apariencias".
En esa cruzada, las cabezas se convirtieron en huevos y los pájaros en líneas en el espacio, extendidas hacia el cielo.
Varios ejemplos de esas aves de Brancusi se pueden ver en el Pompidou recortadas sobre el perfil urbano de París, aprovechando las espectaculares vistas que ofrece el centro de arte contemporáneo.
"La tercera revolución fue la relación con el espacio, con el juego en la base, el movimiento y los reflejos", completó la comisaria, algo que se puede apreciar especialmente con la giratoria 'Léda'.
La exposición incluye también otras obras icónicas como 'La musa dormida', 'El beso' o varias versiones de su 'Colunma del infinito', que fue su proyecto más monumental.
También se expone la polémica 'Princesse X', que provocó un escándalo en 1920 por su carácter fálico aunque para Brancusi, fascinado por la doble lectura y la confrontación de lo masculino y lo femenino, representaba la eternidad de la belleza de la mujer.