Piotr Nawrot: “Si voy al cielo y esa gente con la que he compartido en las Misiones no está allá, yo le digo ‘chau’ a Dios”
El sacerdote Piotr Nawrot ve el dedo de Dios en todo lo que hace. Tras defender su tesis en Musicología y Música Sacra en Estados Unidos, llegó a Bolivia en 1991 a comenzar sus estudios en el Archivo Musical de Chiquitos. Alguien le había dicho que en Santa Cruz había música misional y vino a empaparse de ella.
Lleva 43 años en el país, 30 de ellos dedicado a investigar el legado artístico de los jesuitas. Nació en Poznan, Polonia, una década después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Sus padres, un constructor de casas y una costurera, le inculcaron a él y a sus siete hermanas la práctica de algún instrumento. De niño formó parte de un coro y más tarde aprendió a tocar clarinete y saxofón.
Cuando ingresó al seminario de la Congregación del Verbo Divino siendo casi veinteañero, se interesó en el canto gregoriano y en la ópera, pero estudió Filosofía, Teología y Sociología. Nada lo hizo pensar que terminaría dedicado a la música misional en un lugar distante a su tierra, pero que conoce mejor que cualquier boliviano y ama con el alma.
Actualmente, el sacerdote Piotr, director artístico del Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana “Misiones de Chiquitos”, reza misas los domingos en su barrio y en la iglesia Juan Pablo II del Urubó, donde también celebra bautizos y bodas. Su espíritu misionero y de educador lo hace estar sólo siete meses en Bolivia, el resto del año imparte clases en universidades del extranjero.
¿Por qué decidió ser sacerdote?
Creo que nunca lo decidí yo (risas). Dios es terco; él fue detrás de mí. No, no fue fácil tomar una decisión así y más aún si desde niño estuve en otra. Lo que sí sé es que vivo feliz, cosa que de repente no iba a suceder en otro ministerio. Es un llamado que uno analiza, que no se sabe cómo resultará, pero que en ese momento es lo que se quiere. Es una pena que en esta modernidad eso sea cada vez más temible y menos atractivo; para mí fue apasionante.
¿Alguna vez se arrepintió del camino que siguió?
No, no me arrepiento y tampoco es que todas las cosas me hayan salido bien; si alguien piensa que mi vida ha sido sólo éxito está bien equivocado. ¡Pucha! Una de las cosas que agradezco a Dios es precisamente por lo que no resultó, caso contrario iba a ser el hombre más orgulloso del planeta. La vida tiene ganancias y también momentos de reflexión sobre lo malo que nos pueda ocurrir; pero todo le puede servir a uno para ser mejor ser humano.
¿Cómo es que llega a Bolivia?
Yo llegué a América en 1981, al Paraguay. Allá me envió la orden religiosa a la que pertenezco. Trabajamos en casi 80 países y nuestro fuerte es la misión y educación. Cuando terminé el seminario, le pedí a mis superiores que me manden a Japón o China, donde tenemos prestigiosas universidades. Buena sorpresa me dieron enviándome a Sudamérica, a un país en el que nunca me vi.
¿No se imaginaba usted en esta parte del mundo?
No, pero como la vida religiosa misionera me atraía, entonces no hice tantas diferencias entre si llegaba a Paraguay, a Japón o a China. Claro que quise licuar toda Roma (risas), pero el misionero tiene que tener pasión por entender y aprender, enriquecerse con los valores de los demás.
Yo quería entender a la gente y aprender de Dios para luego compartir lo que entiendo y lo que soy. Allá fue que vi las reducciones jesuitas guaraníes y enloquecí.
¿Qué lo hizo enloquecer?
Las ruinas, los cuadros, las esculturas… ¡Conocí una cultura muy avanzada! Sentí la espiritualidad de la gente que vivía todavía con rezos del siglo XVIII, con una cosmovisión muy auténtica, pero al mismo tiempo muy cristiana. Y yo pues soy músico, y no podía creer que tengamos tremendos templos, literatura y todo lo demás, y no haya música. Comencé a leer, a buscarla, las descripciones de la vida en las misiones del siglo XVII y XVIII estaban llenas de referencias de ella. Era obvio que la hubo, pero ya no existía en Paraguay, Uruguay y Argentina.
¿Cómo fue su encuentro con Chiquitos?
Hans Roth (arquitecto y jesuita suizo conocido por su trabajo en la restauración de las Misiones Jesuíticas de la Chiquitanía) me contó que había gente que cantaba en latín y que tocaba instrumentos, entonces era obvio que después de casi 300 años tenían que tener algún apoyo o referencia. Llego y Hans me muestra música traída de San Rafael y Santa Ana, porque el corpus de música barroca de las Misiones fue guardado en San Rafael, hoy está en Concepción, donde se creó el archivo musical. Cuando escuché esa música, en segundos, pero literalmente en segundos, supe que mi vida estaba cambiando, que hubo un antes y habría una consecuencia de ese momento hasta que yo cierre los ojos para siempre.
¿Que de particular tiene la música misional barroca?
La música misional barroca es muy espiritual, habla directamente al corazón. Es una música que respeta mucho la mentalidad, la estética y la expectativa de la sociedad de la que surgió y a la que estaba destinada.
¿Cómo es que surge la idea de hacer el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana?
Una señora de Colombia, Amalia Samper (directora coral y pedagoga musical), visitó las Misiones y vio mis estudios que habían comenzado a publicarse, entonces un día se le escapó de la boca: “Tienen todo, ¿por qué no hacen un festival?”. Habló del tema con Marcelo Arauz (gestor cultural cruceño que en esa época fungía como autoridad cultural nacional) y este lo hizo con sus amigos. Como el único que había estudiado esa música era yo, me contactó en La Paz y fui parte activa para la creación del primer evento en 1996, cuando no existía APAC (Asociación Pro Arte y Cultura que actualmente lo organiza). APAC es consecuencia del éxito del primer festival, realizado como una acción de varios individuos.
¿Cuál es el análisis que hace de su vida?
Que en los 43 años que vivo en Santa Cruz, he conseguido lo que buscaba en la vida y estoy seguro de que ni en mi país eso hubiese pasado. Gracias a Dios y a la gente que encontré pude tener éxito en muchas cosas. Mira, si voy al cielo y esa gente con la que he compartido en las
Misiones no está allá, yo le digo “chau” a Dios. Definitivamente, yo me quedaré hasta mi último respiro acá.