Emigrantes árabes en Potosí
Luis Alberto Asbun-Karmy
El fenómeno que se verificó en todo el territorio de las excolonias españolas no escapó al departamento de Potosí.
Los primeros en llegar fueron los comerciantes árabes que se habían establecido en la zona del desierto de Atacama, en las poblaciones bolivianas de Antofagasta, Tocopilla, Caracoles y Mejillones, donde vendían los más diversos artículos y sus comercios eran conocidos como “la tienda del turco”. Era donde los mineros de todos los niveles recurrían cuando les faltaba algún artículo de primera necesidad o de lujo. Ellos eran en comercio revolucionarios porque no sólo en Potosí, pero sí en toda la república, introdujeron el crédito y usaron como resabio de la antigüedad el trueque. Estas dos armas les produjeron un progreso inusitado, además de su trato democrático con las clases de niveles humildes que en los negocios de europeos no eran ni siquiera permitida su presencia. En reacción a esta legal competencia, un comerciante teutón decía “donde el turco pisa quema hasta el pasto y nos quita la clientela, sea con precio o trato”.
Estos comerciantes provenientes del Levante Mediterráneo, cuando se verificó la violenta e injustificada ocupación por parte del ejército chileno, se declararon partidarios de las autoridades legalmente constituidas y erróneamente pensaron que, con la justicia, el tiempo y el derecho, volverían pronto. Estaban muy equivocados.
El ejército ocupante veladamente incitó a grupos irregulares no sólo a sabotear a los mal llamados “turcos”, sino a dañar sus intereses con saqueos y quemas. Los grupos irregulares envalentonados, denominados “los rotos”, eran los extrabajadores chilenos de minas y comercios bolivianos y extranjeros. Cuando los comerciantes extranjeros se quejaban por los daños, fueron acogidos legalmente, pero nunca se pudo encontrar a los culpables o darles castigo alguno. Es posible que hubiera acuerdo velado. Algunos de esos comerciantes, dolidos de ver los esfuerzos de años acabados, dejaron las poblaciones en las que habían trabajado con destino a sus países de origen y los más subieron en mulas por los caminos de herradura para establecerse en Potosí, donde retomaron lo que sabían hacer: comerciar. Otros grupos de árabes llegaron a Potosí por la vía de Buenos Aires y en titánico viaje terrestre. Posteriormente el viaje fue más fácil cuando se abrió el canal de Panamá, ya que de Antofagasta por vía férrea llegaban a Oruro y de ahí por tierra o después con el ramal ferroviario a la ciudad del Cerro Rico.
Los emigrantes árabes de esos años emigraban esencialmente por motivos religiosos y con un norte que era el mejorar su situación económica. El lema general era: “Se va a hacer América”. Llegaron de diversos países; siendo una representación inversamente proporcional a la realidad demográfica de la zona de origen. El 90 por ciento de musulmanes frente a un 10 por ciento de cristianos, dio otro resultado en América donde llegó un 90 por ciento de cristianos frente a solo un 10 por ciento de musulmanes. En cambio, en el presente, los emigrantes árabes en Bolivia obedecen a la realidad demográfica de los países de origen.
Trabajo las 24 horas
Los árabes con capital comerciaron desde sus almacenes en las ciudades de Bolivia. En un principio hubo buhoneros que ofrecían sus productos de puerta en puerta para posteriormente participar en las ferias y fiestas religiosas y civiles de los poblados del altiplano. En una segunda etapa, las tiendas florecieron en los poblados del altiplano y los centros mineros. Generalmente la familia habitaba en la trastienda y la atención era las 24 horas, los siete días de la semana. Todo en función de progresar.
Un barco llamado El Potosí
En mi ultimo libro “La migración árabe y su descendencia en Bolivia 2020” traje a colación la nave de bandera boliviana “El Potosí”, orgullo nacional olvidado. Esta nave de la marina mercante boliviana contaba como copropietarios a mineros potosinos que, en su afán de diversificar sus abundantes capitales junto a financistas germanos, eran propietarios de la nave que tenía enormes proporciones. Salía de nuestros puertos en el Océano Pacifico cargada de minerales nacionales de exportación y volvía de Europa con pasajeros y con artículos de lujo. Realizando varios de estos viajes circunavegando el continente por el estrecho de Magallanes, ya que en esa época no había Canal de Panamá.
Esta nave de cinco mástiles y otras velas de apoyo tenía proporciones increíbles para la época: poseía una capacidad de carga de 250 toneladas y, según otros estudiosos, doblaban la cifra mencionada por nosotros, ya que quisimos ser cautelosos. Su velocidad, que asombraba a propios y extraños, era de doce nudos en alta mar.
Una moneda para un barco
La Casa de la Moneda de Potosí acuñó una moneda medalla con las laminadoras de tracción animal, que funcionaban desde 1750 y habían sido construidas en madera de encina con diseños traídos de la metrópoli. Estas máquinas acuñaron una moneda medalla que la cité en el libro de mi autoría: “Monedas
Medallas Billetes Acciones y Documentos Bancarios de Bolivia”, impresión patrocinada por el Banco de Crédito de Oruro.
La pieza numismática está citada en la página 188 y numerada M51, trayendo a colación El Barco El Potosí, dedicada a Su Excelencia el presidente de la república José María de Achá. Cuenta con un borde acanalado. Tiene un módulo o diámetro de 19 mm y pesa aproximadamente 2,5 gramos. Esta medalla deja constancia de nuestro barco El Potosí y circuló a la par de la moneda de 10 centavos, ambas piezas en plata potosina.
Esta medalla-moneda fue acuñada en Potosí. Algunas veces las acuñaciones tienen el año en que fueron batidas, pero en este caso no. Es por eso que para datarla los haremos con los años en que el general Achá fue el jefe del Estado Boliviano, entre los años 1861-1864.
Es una pieza requerida por los coleccionistas. La mayoría de la existencia está con agujero por haber sido costurada en su ropa o en la bolsa monedero para el dinero llamada llijlla.