Fernando Portillo, el maestro que dedicó su vida a formar generaciones
"Vocación y constancia", son las dos características que definen a Fernando Portillo, un maestro que dedicó más de la mitad de su vida a enseñar sin esperar, en muchas ocasiones, ninguna remuneración a cambio.
Nació en la localidad potosina de Pulacayo en 1949 y es el penúltimo de cuatro hermanos. Dio sus primeros pasos en esa región rodeada de cerros y un clima de altura, sin pensar que unos años después afianzaría su vocación en Cochabamba, lugar de origen de su madre.
Portillo formó varias generaciones de estudiantes a lo largo de su trayectoria. "Muchos de ellos vienen al colegio o cuando me ven en la calle corren y me abrazan".
Para él ser maestro abarca muchas áreas y no acaba cuando termina la clase. "Se forman lazos. Es una vida. Es darse todo a ellos para que sean mejores que nosotros".
Aventura
Con tan solo 12 años, Portillo ya sabía lo que quería ser en un futuro: maestro de matemáticas. "Siempre quise enseñar, me gustaba enseñar (…) En el cole ya daba clases a mis compañeros", expresa.
En su adolescencia, cuando cursaba el primer año de la secundaria, en el Colegio Nacional Pulacayo, su vida dio un giro, cuando recibió como regalo de Navidad el libro de Baldor.
"Siempre veía ese libro. Lo quería con ansias. Le rogué a mi padre que me lo comprara, pero no había dinero, pero cuando ya lo tenía comencé a leer y resolver los ejercicios".
El entusiasmo de Portillo creció, mientras avanzaban los años. "Continuaba leyendo libros, investigaba".
Luego de culminar sus estudios de secundaria decidió emprender viaje a Sucre para inscribirse a la Escuela Nacional de Maestros. "Fui en busca de mi sueño".
"Sabía que no tenía a nadie allá, pero como era un establecimiento con prestigio en ese entonces, a nivel Sudamérica, y estaban los mejores catedráticos en el área, no estaba en duda. Me lancé a la aventura".
En ese entonces hubo momentos difíciles, pero también gratificantes. Sus padres le ayudaban con lo que podían económicamente, pero no alcanzaba, por lo que dividía su tiempo entre el trabajo y los estudios. "Me ganaba la vida dando clases y otras cosas".
Luego de cuatro años de "buenas y malas y de mucho esfuerzo", al final se recibió de Maestro de Matemáticas y Física.
"Éramos 460 alumnos los que empezamos y solo cuatro los que lo logramos, tres mujeres y yo", cuenta con orgullo.
Nada a cambio
Una vez que se recibió, volvió al lado de su familia, donde trabajó en varias escuelas y otras entidades. Sin embargo, después de un tiempo llegó a Cochabamba. "Mi mamá era de Punata, de alguna manera siempre nos acercó a este departamento", dice.
Portillo vive en la Llajta con su familia hace más de 20 años. Se casó y tiene tres hijas, además de varios nietos.
Actualmente, da clases de matemáticas en el Colegio Santo Domingo Savio. Trabajó en varios colegios y otra entidades, incluso viajó como invitado a Argentina, Brasil y México a dar clases en algunas escuelas normales.
"Fui pero volví porque aquí es donde más me necesitan. Mi trabajo siempre fue arduo, sin descanso".
En la actualidad continúa generando conocimiento. Trabaja con estudiantes que se están preparando para ingresar a la universidad y también con quienes ya están dentro. Da apoyo escolar para estudiantes y muchas de las clases no son pagadas.
También durante el año nos vamos preparando para las olimpiadas de matemáticas. "Logramos varios galardones. Uno de mis alumnos salió campeón a nivel nacional. Eso es lo más gratificante".
"Es mi vida"
Para Portillo, que recibió varios reconocimientos por su labor a nivel departamental y nacional, dar clases es lo que más feliz le hace.
"Es mi vida. No quisiera irme a mi casa, compartir con mis alumnos es lo mejor y lo más lindo. Por eso el ser maestro es una cosa que Dios nos ha dado".
Ser maestro es ser, en muchas ocasiones, más que eso, es ser un padre y amigo. "Hay días en que me pasé la hora de clases dándoles consejos (a mis estudiantes) sobre la vida de los peligros que pueden tener en un futuro".
Dar conocimiento para que puedan afrontar sus metas, pero también se trata de inculcar valores, que dignifican a los estudiantes.
Hoy como cada 6 de junio, desde 1924, se celebra el Día del Maestro en Bolivia. Ese año, el expresidente Bautista Saavedra emitió un Decreto Supremo para festejar la creación de la primera escuela de educación fundada en la ciudad de Sucre en 1909. La misma fue creada en homenaje a Modesto Omiste Tinajeros, considerado "Padre de la educación boliviana".