Mientras unos deforestan los bosques bolivianos, destrozando sus incalculables recursos, otros logran que renazcan. Una práctica cuyas consecuencias suman una serie de virtudes en todos los campos: recuperación de fuentes de agua, productividad, fuentes laborales, freno a la migración, etc. Sin embargo, sus esperanzadoras perspectivas aún no se masifican. Sucede lo contrario en el otro frente donde hoy como ayer la destrucción en nombre del desarrollo no mide los daños ni considera la remediación.