Hace 40 años, a mediados de 1983, la crisis económica en la que había ingresado Bolivia se precipitaba sin solución de continuidad. El Gobierno de Hernán Siles Suazo perdía el control de la inflación. Los precios del dólar y, consecuentemente, de los productos de primera necesidad y los servicios se incrementaban cada día. Las esperanzas depositadas en el régimen que ocho meses antes había llegado al poder arropado por multitudes se transformaban en una creciente decepción. Las huelgas y movilizaciones proliferaban a tal grado que el matutino Presencia abrió un recuadro diario titulado: “Agenda de protestas”.