A principios del siglo que corre, todas las variables para realizar un negocio multimillonario confluyeron sobre Tarija. En el departamento se encontraban cinco de los ocho megacampos que desataron la fiebre del gas en Bolivia. Diversas voces preveían altas posibilidades de que se hallen más reservas. Tanto Brasil como Argentina se hallaban urgidos de importar gas, y hasta había otros interesados. El precio de los combustibles fósiles subía aceleradamente en el mundo. La lluvia de dólares era inminente.