Con la poderosa imagen de Francisco posando sus manos sobre el ataúd de su predecesor, Benedicto XVI, tras el funeral concluye la “época de los dos papas”, en la que después de un primer momento de sorpresa se consiguió un importante equilibrio entre las dos áreas de la Iglesia, una más progresista y la otra conservadora. Tras la muerte del emérito, se abre una nueva fase del pontificado.