SURAZO
Hace un par de semanas, publiqué, en esta columna, un artículo titulado “La Juana y los ‘laris’” en el que criticaba la, hasta ese momento, terquedad de las autoridades de Chuquisaca en mantener el 12 de julio como fecha conmemorativa del nacimiento de la heroína Juana Azurduy de Padilla, pese a que el hallazgo de su partida bautismal revelaba que, en realidad, nació en enero de 1780.
En la truculenta historia de Bolivia, el asesinato político ha sido una constante. Desde el motín del 18 de abril de 1828, cuando se intentó asesinar a Sucre, y el horrendo crimen del 1 de enero de 1829, en el que se victimó a Pedro Blanco, la lista de crímenes es larga.
En Sucre, mucha gente, incluidas autoridades, se aprestan a celebrar el aniversario de nacimiento de Juana Azurduy de Padilla el próximo 12 de julio. Lo van a hacer pese a que se les ha advertido, de manera repetitiva, que esa no es la fecha correcta,
El gobierno del presidente Arce ha logrado evitar, por segunda vez, un bloqueo de caminos que, de ejecutarse, habría provocado inmensurables perjuicios al país.
Mientras la negociación se instalaba en La Paz, los choferes de micros y minibuses de Potosí iniciaban una huelga indefinida exigiendo la elevación de tarifas para el servicio que prestan que —lo digo por lo que vi en ciudades de por lo menos cuatro países— está entre los peores del mundo.
Feriado y ceremonias. Eso tendremos los bolivianos este 21 de junio, como los ocho años anteriores, debido a lo que se ha venido en denominar “Año Nuevo Andino Amazónico Chaqueño”.
Una versión no desmentida hasta hoy señala que el lugar donde actualmente se extiende la ciudad de Potosí era un cenagal, como consecuencia de la existencia de venas subterráneas de agua. Al pisar la tierra, el agua brotaba en escasa cantidad, pero suficiente para mojar los pies. Por eso es que al lugar se denominaba “p’utux unu” que en lengua originaria quería decir “brota el agua”.
Como ocurrió con otros oficios y profesiones, la de maestro se ha devaluado con el paso de los años. Los bolivianos debemos lamentar que ese fenómeno esté más acentuado en nuestro país.
En el pasado, los maestros eran eruditos que no se limitaban a repetir lo que decían los libros, o sus apuntes en carpetas, sino que investigaban y exponían los resultados de esa labor en sus clases. Eventualmente, muchos publicaban sus propios libros y pasaban a convertirse en fuentes de referencia.
Soy católico y, como tal, creo en un Dios único, arquitecto del universo y responsable de la asombrosa coherencia de este. Creo en Jesucristo, parte suya y presentado a nosotros como su hijo, cuya existencia terrena ha quedado registrada documentalmente.
La semana pasada, en este espacio, vinculé las críticas al video de Ch’ila Jatun y la “tiktoker” Layme con el racismo y provoqué una andanada de mensajes airados en mis redes. Esas reacciones confirmaron mi teoría de que Bolivia es un país racista.
Hace unos días, una de las miles de polémicas fugaces de las redes sociales estuvo centrada en Bolivia: el periodista Víctor Hugo Rosales criticó al grupo Ch’ila Jatun por haber incluido a la “tiktoker” Layme Hilary en el video de la canción “Ya no volveré”. En criterio del informador, el grupo es suficientemente famoso y, por tanto, no tenía necesidad de recurrir a los “tiktokers” que, en líneas generales, “no aportan en nada”.