
DEBAJO DEL ALQUITRÁN
A priori, podría resultar altamente cuestionable mezclar la crisis sanitaria provocada por la insólita e imprevista presencia del Covid-19 con la política que, por sus dimensiones y magnitud, es local, nacional y global.
En las líneas que siguen, analizaremos la gestión del Gobierno “de transición” encabezado por Jeanine Áñez, en la conducción de la crisis, con tintes apocalípticos, que provoca la presencia global del coronavirus, que está cobrando miles de víctimas, sin distinciones de tipo ni de clase.
El intento de imponer los resultados fraudulentos, la resistencia ciudadana –que se gestó desde el 21F– y la salida del abominable caudillo del poder, después de 21 días de intensa lucha en las calles; dejó, a todos, una trascendental experiencia pedagógica.
Las fuerzas opositoras al Movimiento al Socialismo (MAS) –que hoy reflotan gracias al movimiento ciudadano que con una tenaz e intensa lucha en las calles logró derrotar al caudillo– nunca pudieron, desde 2005, enfrentar a Evo Morales en las urnas. Es más, son coautoras de ese abominable engendro. Con su pobre y pésimo desempeño, en el ciclo de la democracia pactada, le prepararon el camino para la toma del poder.
Su contenido es muy abarcador, pues habría adquirido una pluralidad de connotaciones como: libertad, resistencia, rebelión, emancipación, organización, unión, integración, etc. Por sus efectos, alcanzó también un contenido altamente filosófico, sin perjuicio de lo que piensan e interpretan los que han sido desplazados del poder, para quienes, dado el trauma y su dolor, podría ser sinónimo de golpe de Estado.
En este cotejo, por inverosímil que parezca, la conciencia ciudadana plasmada en una extraordinaria participación y organización en las calles, se impuso a las pretensiones de poder perpetuo. El MAS, desde la Asamblea Constituyente, con gran habilidad y astucia, diseñó un proyecto político que perseguía, por sobre todas las cosas, la reproducción permanente del poder, con la idea de gobernar para siempre. Los cimientos de esta estrategia radicaban en la alianza con los llamados movimientos sociales.
Casi al día siguiente de las elecciones del 20-10, con signos evidentes de un grosero fraude, el centro de la política se trasladó a las calles. Frente a ese protagonismo, fueron desplazados los espacios y mecanismos formales de la política.
De acuerdo con los datos oficiales del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), el candidato ilegal e ilegítimo para participar de estas elecciones generales, dado el carácter vinculante de los resultados del 21F, es ganador en primera vuelta al haber obtenido una diferencia mayor a los 10 puntos porcentuales en relación al segundo.