Cholitas a la conquista del Everest
“La montaña es como mi abuelo, es como alguien que tiene vida, (antes de escalar) le pongo hojitas de coca, con un poco de alcohol y le pido permiso. Es para nosotros algo sagrado, nos da vida, agua, sembramos y vivimos en ella. No puedo dejar de visitarla, (si no voy) yo siento que la extraño”, dice Analía Gonzales, de 37 años. Ella forma parte del grupo de cholitas escaladoras que ahora sueñan con llegar al Everest, la montaña más alta del mundo, lo que puede costar más 70 mil euros por persona, dinero que tratan de reunir para cumplir su meta.
El Everest está a 8.848 metros sobre el nivel del mar y está ubicada en Asia en la cordillera del Himalaya, en la frontera entre China y Nepal. Las cholitas escaladoras tienen la meta de llegar en 2025 a esa montaña y, para ello, se preparan físicamente y tratan de reunir el dinero cumpliendo el trabajo de guías de trekking y de alta montaña. También albergan la esperanza de conseguir auspiciadores y donadores.
Cecilia Llusco, otra de las cholitas escaladoras, indica que para llegar a la cima del Everest elaborarán un proyecto, con sus rutas técnicas, costos de logística, hospedajes, guías, seguros de vida, pasajes aéreos, equipos y otros detalles, porque deben permanecer en el lugar unos dos meses.
Para cubrir todos sus gastos y llegar a su destino, Llusco estima que requieren unos 70 mil euros (75 mil dólares) por persona. Sólo el permiso para el ascenso al Everest cuesta 30.000 euros y el precio de los seguros de alta montaña supera los 6.500 euros por persona.
“Hay que estar dos meses allá para aclimatarse en el campo base, hay que practicar, te piden un seguro, debemos pagar seguridad, porteadores, guía, alimentación, pasajes y otros gastos. Esperamos reunir dinero para que vayan al menos dos cholitas”, explica Llusco.
Las escaladoras tenían la meta de llegar al Everest este año, pero esto tuvo que postergarse hasta 2025 por los elevados costos.
Analía Gonzales asegura que cada cholita está reuniendo el dinero y buscando financiamiento.
Llusco y Quispe son dos de las cinco mujeres aymaras que en 2019 llegaron al pico más alto de América: el Aconcagua, que está a 6.961 metros de altura sobre el nivel del mar y donde las temperaturas mínimas llegan a -31 grados centígrados. El logro quedó grabado en el documental “Cholitas”, que mostró al mundo una manera diferente e inspiradora de ser mujer, de vivir la tradición y de relacionarse con la Madre Tierra. La productora Arena Comunicación financió el viaje de las escaladoras.
Además del Aconcagua, las escaladoras alcanzaron las cimas del Huayna Potosí, 6.088 metros sobre el nivel del mar; del Illimani, 6.460 metros; del Sajama, 6.542; del Condoriri, 5.648 metros, y del Illampu, 6.368. Escalaron estas montañas con sus atuendos tradicionales.
Hazaña
Conseguir los recursos económicos es sólo uno de los múltiples retos que deben cumplir, pues llegar a la cima del Everest es complejo y de mucha exigencia física, porque se debe soportar un clima gélido de -36 grados centígrados y una altura de 8.848 metros, lo que reduce significativamente la capacidad de un escalador para respirar.
A medida que los alpinistas ascienden por la montaña y su consumo de oxígeno se reduce, sus cuerpos corren cada vez más riesgo de sufrir un edema pulmonar, edema cerebral y embolias sanguíneas. Las probabilidades de congelación también aumentan drásticamente a tal altitud, ya que el corazón trabaja más para bombear la sangre por el cuerpo suministrando oxígeno. Los órganos que dan vida son la primera prioridad; los dedos, la última.
La gran mayoría de los alpinistas que ascienden al Everest utilizan oxígeno para reducir los efectos de la altitud extrema. Sin embargo, esto tiene inconvenientes, porque resulta caro y pesado para transportar. Debido a todas esas dificultades, hasta 2021, sólo 177 personas (8 mujeres y 169 hombres) ascendieron el Everest sin ayuda de oxígeno suplementario.
Hasta junio de 2023, al menos 322 personas murieron intentando llegar a la cima, según datos de The Himalayan Database. La tasa de mortalidad es de aproximadamente el 1,2%, lo que significa que hay una posibilidad entre 100 de morir.
Logro
Si las cholitas llegan a la cima del Everest serán las primeras mujeres bolivianas aymaras en lograrlo. A la fecha, sólo Bernardo Guarachi Mamani es el primer y único boliviano en haber realizado el ascenso al Everest, en 1998.
A fines de marzo de este año, el alpinista Hugo Ayaviri salió del país para escalar el Everest. Él tenía la meta de convertirse en el primer boliviano en llegar a la cima sin oxígeno. Sin embargo, sólo llegó a la cumbre del Lhotse, de 8.516 metros de altura, ubicada en los Himalaya de Nepal, región de Khumbu, parte del Everest, la cuarta montaña más alta del planeta.
El ascenso no fue fácil, porque Ayaviri no usó oxígeno suplementario ni soporte de sherpas porteadores. El escalador se fisuró una costilla en los primeros días de la expedición y luego sufrió un grave resfriado que le obligó a bajar hasta los 4.000 metros. También la sensibilidad de los dedos de su pie izquierdo fue afectada.
Guías
Mientras llega el sueño de escalar el Everest, Llusco y Gonzales son guías de montañistas. Muchos turistas del extranjero, en su mayoría de Europa, las buscan para escalar las montañas más altas de Bolivia.
“Como soy protagonista de un documental los extranjeros me buscan, me dicen que quieren escalar conmigo, son principalmente de España, Francia, Italia, pero también llegan de Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador y otros países. No sé cómo me encuentran, no tengo ni agencia ni página web, pero estoy pensando abrir una”, explica Gonzales.
La escaladora pertenece a la Asociación de Guías de Montaña y Trekking Bolivia (Agmtb) y está certificada para ser guía de alta montaña. “Desde el año pasado comencé a guiar, la gente del extranjero es muy exigente, hay que tener mucha experiencia”, afirma.
La Agmtb aglutina a 90 guías de montaña y alta montaña. De esa cantidad, sólo 11 son mujeres y Gonzales es la única mujer de pollera. Ella indica que el turismo de alta montaña crece cada año en La Paz; por mes llegan entre 1.200 a 1.500 turistas, de los cuales el 80% son extranjeros.
El Huayna Potosí es la montaña preferida por los turistas porque es accesible y tiene hermosos paisajes. “A nivel de dificultad tiene un nivel medio, se necesita tres días y dos noches para llegar y escalar el glaciar, para los que tienen mayor entrenamiento sólo días días y una noche. Pero también escalamos el Illimani, Sajama, Condoriri e Illampu, pero es mucho más duro y se necesita más resistencia”, cuenta Gonzales.
La cholita comenzó a escalar gracias al incentivo de su padre que es guía internacional de montaña.
“Se sufre al escalar, es muy sacrificado, pero cuando uno lo logra es una satisfacción grande. La montaña me da paz, un sentimiento de libertad, me siento muy tranquila. La montaña te vuelve humilde, quiero animar a la gente a que haga este deporte con guías capacitados”, recomienda.
Cecilia
Cecilia Llusco tiene 38 años y dos hijos, también es hija de un guía de montaña. A sus 13 años, trabajaba en la montaña Huayna Potosí como porteadora de los turistas y después fue cocinera de alta montaña. En 2015, a sus 29 años, su esposo la animó a escalar con 11 mujeres de pollera, que luego conformarían el grupo de cholitas escaladoras.
“Fue un poco difícil, no teníamos los equipos y estos eran muy grandes, pero fue muy bonito llegar a la cima, me sentí muy feliz, empecé a llorar porque estaba tocando el cielo, fue una emoción muy grande, te sientes libre. Mis hijos no fueron impedimento para escalar, ahora mi hija tiene 20 años y ya hemos escalado juntas”, cuenta.
Llusco también guía a los turistas a subir la montaña.
Las cholitas escaladoras se han convertido en un símbolo de liberación y empoderamiento femenino, porque realizan este deporte extremo sin renunciar a sus raíces y su tradición. Pasaron de ser cocineras y porteadoras a guías de alta montaña superando así el machismo y la discriminación.
A pesar de sus importantes logros, aseguran que nunca recibieron apoyo o financiamiento del Gobierno nacional. “Siempre fuimos solas, para viajar a España nos dijeron que no conocían nuestro deporte, sólo nos hicieron perder el tiempo, pero indicaron que nos podían apoyar con gorras y unas poleras”, lamenta Llusco.