Incompleta, pero entera
El 30 de diciembre de 2021, despedí para siempre a mi mami y el 21 de mayo de 2022, en el hotel Marriot de la ciudad de Santa Cruz, se daba curso al evento Women Economic Forum. Esa fue la primera conferencia grande, imponente y exigente que acepté dar después de aquel deslucido diciembre. Finalmente, la vida continuaba aunque a veces no como quisiéramos.
El tema sobre liderazgo fue preparado como siempre lo hago, buscando la excelencia, el impacto en el auditorio, la transformación en las vidas y atenta a la lección con la cual yo debo retornar a mi hogar, esa es la consigna que mantengo hace más de 20 años, consigna personal y secreta hasta ahora.
Ya vestida con el “outfit” adecuado para la ocasión —el menor de mis hijos lo eligió, pues las ganas no estaban a la altura de la responsabilidad para hacerlo—, me paré frente al espejo, solo pretendía asegurarme que todo esté en su lugar, desde el saco hasta el collar (me vi bonita pero algo débil). Cerré mis ojos y oré como infaltablemente lo hago antes de tomar un micrófono, encomiendo mi mente, mis palabras, mi corazón y pido que Jesús tome control de todo lo que vaya a pasar en el tiempo que yo estoy sobre el escenario (segunda confesión). Fue así que cuando los abrí mi mirada se quedó fijada en mi rostro, no en el maquillaje, sino en la expresión… ¿Qué veía diferente? ¿Qué notaba en mí distinto?, desde ya, algunos meses antes estaba con un nuevo corte de cabello… ¿Sería eso?, posiblemente sí pero más que eso, fue el significado que, en esos segundos previos a la disertación, otorgué al nuevo “look”. ¡Qué corte tan particular el que tengo!, pelo rizado de cuna y rojizo por elección, largo de un lado y del otro casi rapado. ¿Que yo lo pedí? Pues ¡no!, simplemente en una tarde de mucha tristeza a finales de enero y usando como estrategia el embellecimiento, mi hijo mayor Sami me obligó a sentarme en la silla de una peluquería nueva para mí: “Pónganmela linda” —les dijo— y yo no objeté, en ese tiempo podían hacer conmigo lo que querían, ese día como ningún otro en toda mi vida sentía que el ánimo me había abandonado y con él había huido también mi voluntad… ¿Sentiste eso alguna vez?
Fue así que, aquel mayo en el hotel Marriot, me encontré con la nueva Jean Carla. Nueva no porque me veía mejor, sino diferente…muy diferente. ¿Qué había cambiado en mí?, no podría atribuirle a un simple corte de cabello todo lo que pasaba por mi mente, todo lo que veía frente a mis ojos, todo lo que sentía en mi pecho. Fue entonces, donde me di cuenta que ese “look” no solo era moderno como el estilista perseguía, sino que, para mí, resultó ser altamente significativo para la nueva etapa que me tocaba vivir. Junto con la partida de mi mami, se había ido no solo ella, sino parte de mi historia, parte de mi familia que ya no volví a ver, parte de toda mi vida. Y así me sentía, tal cual lucía mi cabeza, con cabello largo al lado izquierdo y casi sin el al lado derecho…incompleta pero entera fue la descripción que me di.
Salí al escenario incólume y dispuesta a que me vean como a ella le gustaba verme: fuerte, segura y confiada. ¡Ay Jeancita, qué bárbara! solía decirme y yo le sonreía, como actualmente sonrío cuando hablan de mi “look” y les comparto el significado, deduciendo ellos que nosotros decidimos ser protagonistas de nuestra propia historia y aunque muchas veces estemos incompletos porque la vida se encarga de llevarse algo, de nosotros dependerá sentirnos enteros y continuar viviendo.