Mientras descanso, cargo piedras
Con apenas 18 años y empezando a vivir seriamente en el mundo de los adultos, escuché una de las mayores frases coloquiales que hablan de la optimización del tiempo sumado a la pasión por lo que uno hace en ese tiempo: “mientras descanso, cargo piedras”. ¿Qué quiso decir el que me lo dijo? Bueno, eso lo entendí cabalmente después de muchos años. Y lo entendí mejor, recordando a quién me lo dijo. Era un hombre brasileño que se dedicaba a predicar el evangelio, tenía tal amor y convicción por lo que hacía que no existía domingo, feriado ni día en que el no deseara hacer lo que hacía con la misma pasión que cualquier día.
El descanso es bueno, necesario y reparador. Con ese ánimo decidí tomar unas breves vacaciones con mi esposo y un pequeño grupo de personas a quienes aprecio mucho. Desde ya, esta columna la estoy escribiendo en una computadora prestada, en una oficina situada a cienes de kilómetros de la mía —estoy en Villa Tunari— y sin la idea cabal de lo que quiero que lean, sólo contando con el ánimo impuesto por la responsabilidad y el enorme amor a ustedes, mis lectores, que hacen que literalmente y de manera incondicional con su apoyo me recuerden que no importa que sea feriado nacional y yo de vacaciones, igual sienta con el corazón en la mano que me es impuesta la necesidad de hacer lo que tengo que hacer con la misma pasión que cualquier lunes, día dedicado a escribirles desde la comodidad de mi casa. Justamente, ese amigo fue quien me enseñó llevándome de la mano al conocimiento y comprensión de lo que Dios quería para mi vida y cómo había planeado que la viva. Entre las cosas, me enseñó a apreciar los colores, la creación en su conjunto y los sonidos de ella.
Mientras recorríamos el camino para llegar aquí, apreciábamos los colores de los cerros, distintos tonos de verde que sabemos que significa esperanza y en psicología la esperanza es un lugar de refugio —maravilloso, ¿no es cierto? —. Ese verde en contraste con el cielo azul que representa estabilidad y sobre todo seguridad, hacía que nos sintiéramos privilegiados por el solo hecho de poder verlo (la vista es algo que lo damos por sentado y la sensación que brinda ver un cielo despejado y azul intenso a veces no lo notamos). También recordé al salmista que decía: “Ésta es la oración al Dios de mi vida, que de día el Señor mande su amor y de noche su canto me acompañe”, eso mismo yo sentí al contemplar el camino, aprecié su inmenso amor y de noche la sorpresa al escuchar croar ranas que parecían inmersas en una tertulia como la mía y desde ya, años que no escucha una o ver una luciérnaga que pensé que sus luces se quedaron en los cuentos que leía de niña, eso me conmovió profundamente. Puedo sumar las largas y sinceras conversaciones que sólo se pueden dar en espacios de intimidad creados lejos de la rutina y los afanes de la vida diaria. Conversaciones que fortalecen relaciones, que engrosan amistades, que liberan el alma cargada o que simplemente dan pie para contar chistosas anécdotas. Recomiendo tomarse ese tiempo en algún tiempo.
Lo último que pensaba era llegar aquí a trabajar, pues mi intención era desconectarme y descansar, pero al hacerlo me doy cuenta de que el trabajo no es lo que uno hace en la vida, sino lo que uno hace con su vida y, para mí, hacer lo que estoy haciendo ahora es algo así como descansar mientras cargo piedras, pero créanme que lo hago con un corazón alegre y una sonrisa en el rostro, porque no sólo amo lo que hago, también amo para quién lo hago (Dios y ustedes).