Transferencia de sentimientos
El concepto de transferencia en la vida diaria es manejado para hacer referencia a la acción bancaria de cambiar dinero de una cuenta a otra. Es bastante fácil hacerlo cuando aprendemos los pequeños pasos, tomamos conciencia para no meter la pata y evitar mandar el dinero a una cuenta equivocada. No sé si alguna vez lo experimentaron, pero es una sensación horrible cuando nos percatamos de tal error, invade un frío en el estómago.
Surgen muchas sensaciones de manera inmediata. Entre las primeras, sin duda está criticarnos peyorativamente, es decir, emitir juicios de valor descalificantes como “qué tonto/a soy” (por mencionar algo suave y decente); acto seguido, surgen interrogantes parecidas a “¿me lo devolverán?”, “¿me creerán?”, “¿primero, debo ir al banco o debo buscar a la persona que lo recibió?”, “¿el seguro cubrirá esto?”, “¿dependerá de la buena voluntad del dueño de la cuenta?”, “¿lo puedo comprobar?”. Y mientras más tiempo pasa, más preguntas nos hacemos para reparar tal equivocación. Per,o bueno, hablando de dinero funciona de esta manera.
Sin embargo, cuando transferimos sentimientos ni nos damos cuenta de haberlo hecho, es más, muchos desconocen que eso se puede hacer. Según Florenzano (1985), es un “fenómeno universal que consiste en el desplazamiento de emociones y conductas que originalmente se experimentaron en relación a personas significativas de la infancia hacia personas de la vida presente del sujeto”.
Nótese como este concepto podría ayudarnos a entender los problemas que algunos tenemos para llevarnos bien con alguien en particular, pues, dicho de otra manera, la transferencia es experimentar sentimientos en el presente que pertenecen a cuestiones del pasado y esta transferencia sentimental sucede generalmente en relaciones con figuras de autoridad. ¡Wow! ¿Conocen adultos que se comportan como niños en situaciones de dependencia laboral, por ejemplo? Los berrinches realizados cuando eran pequeños dentro del seno familiar, los replican como patrones naturales de comportamiento dentro del seno laboral.
Si alguno se siente identificado con lo que está leyendo, nada mejor que tomar conciencia y asumir la responsabilidad de esa transferencia tal cual lo harías si fuera dinero. Hazte preguntas: “¿por qué estoy reaccionando así?”, “¿qué hace que sienta lo que siento hacia esa persona?”, “¿es justo o correcto mi comportamiento?”, “¿es lógico lo que está pasando?”, “¿qué me recuerda esta persona de mi pasado?, “¿mi papá o mamá me trataban así?”… No importa las preguntas que te hagas, pero hazlas. Tómate el tiempo y analiza para ver si reconoces los sentimientos que te invaden. Finalmente, tu responsabilidad es arreglar esos sentimientos o ¿acaso si transfieres tu dinero a una cuenta equivocada te quedas con los brazos cruzados? ¡Claro que no! ¿Por qué no hacer lo mismo con tus relaciones que al final deberían valer más que el dinero? Hasta que no enfrentamos nuestros propios sentimientos, no podremos si quiera entender a los demás, menos llevarnos bien.
El valor que le damos al pasado no puede ser mayor al que le damos al presente o al futuro. Lo que viviste en tus primeros años no deberían determinar lo que puedes vivir en los años que vienen por delante. Haz que tus sueños pesen más que tus excusas; tu futuro te necesita, tu pasado no. Por favor, no te equivoques más en las transferencias que hagas: las que involucran dinero se arreglan, las que comprometen sentimientos a veces ya no.
JEAN CARLA
SABA
Conferencista, escritora, coach ejecutiva y de vida.
jeancarlasaba.com
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