Lo bueno, lo malo y lo amargo
¿Has ido a tu alacena en busca de harina para comer?, sentiste hambre y pensaste: “Si tan solo pudiera comer un poco de harina, estaría bien”. Sinceramente no lo creo, y eso es porque la harina sola no sabe bien, tampoco la sal, el bicarbonato de sodio, el leudante o la mayoría de los ingredientes para cocinar y sacar un buen pastel o un simple pan. Sin embargo, cuando nos disponemos a reunir todos los ingredientes, mezclarlos en las proporciones debidas y meterlo al horno el tiempo adecuado, sacamos un producto recién horneado cuyo aroma atrae a todos hacia la cocina, seguro que sabes de qué estoy hablando. Eso solo se consigue cuando se mezclan los insumos y luego se los pasa por el proceso de horno. Mezclar los ingredientes sin la cocción, nos dejaría exactamente en la misma posición de ir a la alacena para buscar harina para comer.
La cocción es la que hace que los alimentos sean más digeribles, obtenemos los nutrientes, se modifican algunas propiedades y así ellos pueden ser ingeridos adecuadamente, caso contrario, no solo se obtendría un mal sabor en la boca, sino también un fuerte dolor de estómago.
¿Te diste cuenta de que la vida es algo parecido a pasar por un proceso de cocción con varios ingredientes diversos, no todos ricos pero juntos logran una explosión agradable de sabores?
Dentro de lo que llamamos vida, gozamos de muchas cosas buenas: familia, trabajo, salud, hijos, realización, placeres —como comer o dormir— entre otros. También contamos con cosas malas aunque no seamos malos, muchos dicen que el mundo está de cabeza y pueden tener razón cuando vemos que los antivalores prevalecen ante los valores, los principios se ignoran y muchos ya ni los conocen, la justicia se compra, la vida se arranca del vientre, se falsifican firmas, se mata sin remordimiento, en fin, dirán pero esto siempre existió, y sí, existió pero no por eso es menos malo. Y entre lo bueno y lo malo que vivimos, también tenemos lo amargo. Tristezas grandes, decepciones fuertes, traiciones que calan el alma, quiebras, pérdidas, muertes, frustraciones o algo tan común como haber perdido el norte en nuestro existir, todo esto también es parte de los ingredientes sueltos de la vida que por sí solos no aportan nada apetecible a ella. Sin embargo, juntando todo, se produce cierta magia que hace que hasta eso aporte un buen sabor de boca, repito… juntando todo, mezclando los ingredientes. Hagan la prueba de poner un poco de ácido acético puro cerca de ustedes y seguro huirán, pero debidamente procesado y usado en pequeñas cantidades en la proporción correcta se constituye en el principal componente del vinagre que usamos en las ensaladas y en algunas recetas de repostería también, aporta sabor y también preserva muchos alimentos (lo necesitamos).
Y es que la vida está compuesta por todo lo bueno, todo lo malo y también todo lo amargo que nos toca vivir, de algunas situaciones somos responsables y asumiremos las consecuencias, otras tantas no y simplemente sucedieron por responsabilidad o irresponsabilidad de otros, sea como sea, son parte de la vida. El desafío está en integrar todos estos ingredientes en las proporciones correctas, ponerlas a fuego lento por el tiempo adecuado y esperar que empiece a desprender ese aroma que haga que otros se acerquen a la cocina y no solo quieran estar con nosotros, sino, también comer lo que nosotros comemos…, a eso podría llamarlo estilo de vida diferente o receta secreta de la abuela.