Los hijos de Dios no están a la venta
“Los hijos de Dios no están a la venta”, fueron las últimas palabras de Jim Caviezel finalizando la película que con impaciencia esperé su llegada, me refiero a “Sound of Freedom” (Sonido de Libertad). La esperé con impaciencia por un par de razones: la primera porque quería ver de primera mano y con mucha credibilidad la exposición pública de una realidad cruda. La segunda, porque temía que no llegara y sea censurada como lo fue en otros países.
Esta película se convirtió en tendencia mundial por exponer la dramática situación de miles de niños. Caviezel aún en contra de la industria cinematográfica asumió el reto de protagonizar a Tim Ballar, un agente que rescató a 127 niños de una red de trata de menores. Cuando terminó la película, me quedé pensando, ¿qué puedo hacer yo con esto?, mi respuesta inmediata fue “nada”. ¿Cómo enfrentar a ese monstruo siendo menos que una pulga? (hablando en proporciones de poder). Sin embargo, luego vino un pedido final: que más personas la vean y así el movimiento generará mayores ingresos para la lucha. Fue así que me permito llegar a ustedes con esta reflexión, animándolos a verla y anticipándoles que ha sido rodada sin ningún tipo de morbo.
Desde una perspectiva no solo cristiana sino humana, no podemos quedarnos indiferentes y debemos verla como un recordatorio de la defensa de los más vulnerables. Es una declaración de la lucha contra la injusticia y la explotación en el mundo. La historia real de T. Ballard y su “obsesión” por rescatar a los niños de la esclavitud sexual nos muestra el poder de la compasión y la fe en acción. No discursos, no mensajes, no proyectos, no programas, no conformismo de apresar pedófilos únicamente, sino liberar a las víctimas. Una parte que me impresionó al iniciar la historia fue la conversación entre dos agentes, el primero dice, con tono de satisfacción, “yo apresé a 288 personas inmiscuídas en esta red, nada mal el número, ¿no es cierto?” y la respuesta del segundo agente (Caviezel) fue ¿y a cuántos niños rescataste? El silencio que precedió a esta pregunta gritó la respuesta. No se trata solo de apresar, también de liberar.
Otra parte que caló mi alma fue la conversación en la que hacen notar que el tráfico de drogas es mal negocio comparado con el tráfico de niños, un paquete se vende solo una vez; sin embargo, un niño es vendido 8 o 10 veces al día y por muchos años. Sinceramente, no me había percatado de la magnitud de este asquiento comercio.
“Los hijos de Dios no están a la venta” ahora es un lema que nos debe recordar el valor intrínseco y la dignidad que cada ser humano tiene; es un llamado a ser valientes, a luchar por la justicia y a empoderarnos demostrándonos que la libertad y la esperanza pueden prevalecer incluso en las circunstancias más oscuras.
Desde una perspectiva social, nos desafía a abrir los ojos a una realidad incómoda, nos muestra que la trata de personas no es un problema del pasado, sino una realidad vigente que requiere nuestra atención. Atención que dentro de la película fue demandada cuando Caviezel cuestiona la pasividad de un policía preguntando, ¿y si ese hijo fuera tuyo?. Este ha sido el tercer componente que estremeció mis entrañas, pues hablar de “otros” no duele mucho. Finalizo con la perspectiva política y destaco como las acciones gubernamentales pueden ser herramientas poderosas para combatir esto que y que no solo es un asunto de números y estadísticas, sino de rostros de niños y la mayoría latinos.