Mendigos emocionales
Cómo me gustaría tener un apartado de muchas páginas para hablar sobre este tema por la complejidad que conlleva, sin embargo, me limitaré a la cantidad de palabras que así me lo permite el espacio.
Primero amerita marcar la pequeña gran diferencia entre una palabra con tilde y la otra exactamente igual pero sin tilde. Mendigo –sin tilde– es una persona que pide ayuda; méndigo –con tilde– es una persona infame o muy mala. Para entenderlo mejor, mendigo es el que pide ayuda, méndigo el que no la da.
Mientras conducía mi auto rumbo a la oficina, escuchaba una entrevista en la radio y la persona entrevistada rogaba a los padres de familia no sacar fotos sensuales a sus pequeños hijos, especialmente hijas y exponerlas en las redes sociales. Desde ya, ¿cuál es la necesidad, significado u objetivo de hacerlo? ¿Será que no se dan cuenta de que la exposición de ellos mandando besos, sacando la lengua o subiendo un hombro mirando de reojo puede tener un impacto negativo en su desarrollo emocional y psicológico? ¿Por qué enseñarles a buscar validación y atención a través de fotos sensuales u otros comportamientos inapropiados? Existen muchos riesgos al hacerlo, no solo la exposición pública, sino también a que desarrollen la dependencia emocional o inseguridad en el futuro y entonces convertirlos en mendigos emocionales. Por supuesto, no todos lo serán pues el desarrollo emocional y la resiliencia de un pequeño dependerá de la crianza, entorno familiar, la educación y las experiencias personales. Sin embargo, un alto porcentaje sí lo puede ser porque el mensaje silencioso que recibe de sus padres al fomentar esas fotos es: pide atención, reclama cariño, busca likes para validarte, expón tu sensualidad aunque todavía no sepas ni lo que es.
Queridos adultos, déjenme comentarles que al hacer eso con los niños –sus hijos- los están exponiendo innecesariamente a unas pantallas vistas por todo tipo de personas, entre ellas morbosas. El fin de hacerlo cada uno lo sabe pero sin duda se lo hace esperando una reacción social expresado en un “me gusta”, “me encanta” o “me importa” y esto puede venir de gente mala o incluso de gente amiga y de confianza, que no tenga ninguna mala intención con ellos. El punto es que los niños cuando sean adultos creerán que para ser felices dependerán de los demás y tratarán de llamar la atención a cualquier costo.
¿Saben? Los mendigos emocionales responsabilizan a los otros por el amor que les falta y en el trayecto de su vida se pueden encontrar con méndigos –con acento– emocionales que no saben dar amor a otros porque ni siquiera lo hacen a sí mismos.
Y este es otro punto importante, amamos para que nos amen como que el amor fuera una moneda de cambio cuando en realidad es una decisión incondicional, puedo amar a quien no me ama y punto, pero no tengo porque demandar amor de nadie.
Cuando Jesús nos dijo “ama a tu prójimo como a ti mismo” nos estaba diciendo que no podemos amar a nadie si primero no nos amamos nosotros, quien se ama no mendiga amor jamás, el amor viene acompañado de respeto, ¿quieres respeto? ¡Respétate! Cuando los adultos inducimos a los niños a comportamientos sensuales, les estamos mandando el mensaje inconsciente de que ese amor y respeto se pide.
Y pongo algo más sobre la mesa, esa sensualidad a la cual los exponemos espera reacciones y esas reacciones alimentan el ego del niño/a y de los padres, el ego nunca va a tener lo suficiente y siempre pedirá un poco más, lo que hará que la bola de mendicidad emocional crezca de manera exponencial.