Christian Castillo: Desde el cine hasta la música, pasando por el teatro
Christian Castillo Luna, el talentoso actor orureño, ha cautivado a la audiencia con su interpretación del personaje Juvenal en la película El cementerio de los elefantes, dirigida por el cineasta Tonchy Antezana. Su actuación ha sido elogiada por la crítica y el público, quienes han destacado su habilidad para transmitir la complejidad y profundidad de su personaje.
Castillo se autodefine como una persona afectuosa, minuciosa, apasionada, tímida y bastante autocrítica. En su carrera ha participado en diversas producciones cinematográficas y teatrales, recibiendo elogios por su trabajo en cada una de ellas.
A lo largo de su carrera, ha sido reconocido por su talento y dedicación no solo en el teatro y cine, sino también en la música. Castillo es también director, productor, profesor de actuación, docente universitario y gestor cultural.
El protagónico del cementerio de los elefantes le otorgó el reconocimiento masivo y también galardones a nivel nacional e internacional. A más de una década de su estreno, ¿cómo mira su pasado?
Creo que las cosas llegan en el momento en el que tienen que llegar; hablamos de oportunidades, posibilidades y también está el hecho de tomar las decisiones. Las cosas pasan cuando uno las deja pasar.
La película, efectivamente, ha tenido una muy buena acogida del público boliviano y extranjero, y ha recibido también varios premios por mejor guion, dirección, entre otros. A la película le fue bastante bien, considerando la manera en la que se ha creado, porque estamos hablando de una producción prácticamente de guerrilla y que también muestra cómo estaba el cine en ese momento. No es que haya cambiado mucho en cuanto al apoyo por parte del Estado, las instituciones o la empresa privada; sí ha cambiado en cuanto a la tecnología.
El cementerio de los elefantes es un trabajo con el que estoy muy agradecido porque me ha posibilitado acercar mi trabajo a la gente. Creo que ahí algo salió bien, y no lo digo solamente por los premios, lo digo por la recepción de parte de la gente y porque de algún modo me sigue permitiendo conocer y ahondar estas realidades, la gente se acerca y me cuenta cómo es que tienen amigos o familiares que están metidos en el mundo del alcohol.
Estamos hablando de un referente del cine boliviano que ha sobrevivido en el tiempo.
Sí, y creo que el permitirme de algún modo estar hoy en día vigente es gracias a esta película porque la ven nuevas generaciones, es decir que siempre hay un público nuevo. Es una película importante y lo es principalmente para toda la gente que ha participado en su producción porque le da un impulso a continuar su trabajo.
Tuvieron que pasar varios años —más de una década— para su retorno al cine, ¿qué estuvo haciendo durante ese tiempo fuera de las pantallas?
Estuve haciendo bastante teatro, con varios proyectos relacionados con la educación, con el trabajo de minorías, también en el área audiovisual, avocado principalmente a lo escénico junto a una compañía que nació en Santa Cruz.
No es que haya sido una elección no hacer cine, pero no podemos hablar de una industria cinematográfica en el país porque no se realizan producciones continuamente, creo que eso también disminuye las posibilidades. Eso ha cambiado un poco en 2019, cuando nació el Programa de Intervenciones Urbanas (PIU) y fue justamente en ese año cuando volví a hacer cine participando en tres películas: Unay, dirigida por Okie Cárdenas; Perdidos en septiembre, del cineasta Rodrigo Ayala, y El novio de la muerte, de Marcos Malavia. Éstas dos últimas aún no se estrenaron.
Baúl teatro es también uno de sus proyectos más reconocidos, ¿continúa vigente?
Es justamente con este grupo con quien he estado trabajando todos estos años después de El cementerio de los elefantes. Baúl Teatro continúa vigente, pero yo me alejé hace algunos años, aunque sigo haciendo colaboraciones. La compañía teatral trabaja activamente en la ciudad de Santa Cruz abarcando diversas temáticas.
¿Dónde disfruta más actuar? ¿En teatro o en cine?
Son dos cosas diferentes. Son procesos que se acercan en algunos aspectos pero que también tienen sus distancias y diferencias. Me gusta mucho actuar en cine, es muy exigente porque generalmente los rodajes no se hacen en orden cronológico, entonces se necesita mucha preparación para llegar al tono de la escena, es un reto.
También me gusta actuar en teatro por la vida que tiene una obra, porque una obra teatral no se termina en el estreno, sino que sigue desarrollándose a lo largo de las funciones y presentaciones, y eso es una pena nuestro país: que las obras de teatro tengan tan poca vida, tan corto aliento. Es necesario, en ese sentido, replantearse qué hacer para hacer muchas más funciones porque es ahí donde una obra va tomando un cuerpo. Disfruto también hacer ese proceso.
No sé si podría elegir alguno de los dos (ríe).
¿Alguna producción, cinematográfica o teatral, que le haya marcado?
Hubo una obra, que fue la última que hice con Baúl Teatro, se llama Morir antes. Disfruté mucho ésa porque es una dramaturgia en conjunto, donde organizamos tres momentos históricos: la Guerra del Pacífico, la Guerra del Chaco y el Mundial del 94. Fue un proceso muy interesante y lindo, me gustó mucho hacer esa obra, creo que es una de las que más he disfrutado aunque ha tenido muy poco tiempo.
Siento que estoy el 99 por ciento de veces que estoy en cosas que me gustan y quiero disfrutar, hay ese 1 por ciento que a uno se le escapa (ríe).
En cuanto a lo cinematográfico… extrañamente nunca me había puesto a pensar en esto… nunca había hecho una reflexión de qué obra he disfrutado más. Pero creo que El cementerio de los elefantes ha sido una de las que más he disfrutado, un trabajo maratónico que se hizo en 15 días. Cada rodaje tiene su cosa linda, rodar Unay fue también lindo. He tenido la suerte de trabajar con equipos humanos geniales y hay algo que siempre me llevo de cada uno.
¿Qué opina de la gestión cultural en el país?
Efectivamente, el PIU fue un punto muy alto para el desarrollo de las diferentes artes. En el ámbito del cine, ese año, se rodaron 23 largometrajes entre ficciones y documentales, y muchos de los recientes estrenos vienen de este momento. Ha sido como un chispazo en la oscuridad, para mí ha sido una muestra de que el Estado sí tiene la capacidad de impulsar y fomentar el arte.
Lamentablemente, esta ausencia del apoyo del Estado central se replica en general a nivel local, considerando que dentro del POA lo que se destina a cultura es mínimo. Entonces, por más esfuerzo que haga la gente que trabaja en este sector, no puede hacer mucho. El Estado pienso que podría brindar dos cosas: infraestructura y recursos, pero no hay ninguna de las dos cosas. En ese sentido creo que hay un retroceso, sumando también la pandemia y los conflictos que suceden en el país. Y en cuanto a los programas internacionales de fomento, como Ibermedia o Iberescena, Bolivia no está pagando las cuotas, por lo que muchos proyectos no pueden acceder a esta ayuda y están en riesgo de perder ese apoyo.
Los premios como el Abaroa y de los diferentes municipios no abastecen. Y tenemos que tomar en cuenta que el arte y la cultura generan economía. Deberíamos dejar de insistir con el fútbol e insistir con la cultura, creo que vamos mejor por ahí (ríe). Hay mucho talento en el país.
Durante su visita a cochabamba, ¿cómo ha percibido el panorama teatral y audiovisual?
Es medio tramposo hacer una evaluación del teatro en la Semana del Teatro (ríe) porque hay muchas actividades. El taller que estoy realizando es apoyado por la Alcaldía de Cochabamba y hay muchas actividades que se están desarrollando, pero hay que hacer una evaluación en otras fechas, en otros momentos. Por las conversaciones que tengo con los y las colegas que viven acá, la situación es un poco complicada: faltan espacios para hacer teatro en Cochabamba y lo otro es que hay un problema con el público, es decir no hay el público que debería haber para una ciudad de este tamaño.
Entonces son varios factores que hay que evaluar, no sólo es responsabilidad de las autoridades y de los teatreros hay que hacer ahí una autocrítica y ver qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal. En general me gusta ver que el sector no se ha detenido y no se detiene y sigue trabajando, sigue inventándose.
¿En qué está enfocado ahora?
Creo que la pandemia nos ha ayudado a unos a reformar nuestro camino, nuestra búsqueda, nuestra vocación y a otras personas les ha hecho repensar; pero a mí me hizo reafirmar que el cine y el teatro son los caminos por los que quiero seguir andando por más que haya dificultades, por más que no cuente con todo el apoyo.
Estoy trabajando en cine, desarrollando un proyecto desde cero, con mucho trabajo, pero con la oportunidad de hacerlo. Después de mucho tiempo vuelvo también a actuar en teatro, se trata de una obra familiar que titula Los viajes de Ulises, no es pretencioso, por eso creo que lo disfruto tanto.
También estoy haciendo música, formo parte de la banda Buen Viaje y creamos música con características de todos los estilos. A la vez, estoy organizando un encuentro internacional, un festival que se denomina Enredanza dirigido a niños y adolescentes.
Y claro, tengo dos hijos, con quienes disfruto pasar el tiempo. Es a ellos a quienes quiero demostrarles, que vean que hay una pasión.