La Paz: Del Huayna al trópico, ¿vuelo glorioso o caída libre?
Un salto probablemente sin igual en el planeta dentro de un mismo municipio: 5.288 metros. La cima y la sima se hallan entre la punta del nevado Huayna Potosí (6.088 msnm) y la tropical población de Huaji (800 msnm) en valle de Zongo. Esas son las diferencias de pisos con las que puede jugarse en La Paz. A estas alturas ya no resulta simplemente la trillada “sede de gobierno más alta del mundo”, sino que muestra cada vez mucho más.
“Un descenso en bicicleta, no precisamente desde la cima, sino del campamento base o algo así, estaba en proyecto —recuerda Edu Carranza, empresario dedicado al turismo aventura—. Calculábamos cerca de 4 mil metros de descenso, ¡una locura! No se concretó por el bajón que hubo en 2020, pero es algo que apasiona a más de un aficionado a estas actividades, y seguro alguien lo retomará. Quién sabe si haya otros que quieran hacer el salto completo y bajar desde el pico del Huayna, aunque sólo sea para salir en tele”.
Si aquélla resulta todavía una locura realizable en La Paz, hay otras que paulatinamente se van volviendo frecuentes. Por ejemplo, deslizarse en tablas de nieve (snowboard) por el Mururata, otro de los colosos que rodean la urbe, con su milenaria cabeza horizontal. Suman también los buscadores de lagunas de hielos y colores, sea cerca del propio Huayna, por Chacaltaya, por Hampaturi o ya hacia el nevado rey, el Illimani. Todo, según la preferencia, en bicicleta de montaña, motocicleta, a pie, o, incluso en extrañas competencias campo traviesa que forjan especies de triatlones. Se orientan hacia el lago Titicaca, hacia los tropicales Yungas, o hacia algún amable valle interandino como Sorata, Luribay o Huajchilla. Y más allá.
UBICACIÓN ÚNICA
A todas las locuras anteriores, no oficializadas ni muy normadas, se añade lo ya harto conocido que ha incrementado el atractivo paceño: los tours ciclísticos por la “carretera de la muerte”, los vuelos en parapente, el balsismo (rafting), el senderismo (trekking) y el descenso por cuerdas (rapel) en zonas yungueñas o lacustres, entre otros. Claro, mucho más clásico aún resulta el andinismo, o sea, escalar estos nevados de hasta 6.460 metros (el Illimani) practicado desde hace más de un siglo.
Este virtual festival de turismo aventura recuerda dos factores claves que caracterizan a La Paz, como ciudad y como departamento: su singular bio y geodiversidad así como su privilegiada ubicación. En este segundo caso, vale recordar la particular locación de la capital paceña y sede de gobierno boliviana. Nuestra señora de La Paz, como no sucede con ninguna otra metrópolí en la región tiene las siguientes coordinadas: cerca del cielo, cerca de la Amazonía, cerca de los valles interandinos, cerca del Titicaca, cerca del salar de Uyuni y cerca del mar.
Regularmente para llegar a cualquiera de esos destinos, desde La Paz, en todos los casos se tarda menos de 10 horas. Es decir, se puede partir de madrugada y llegar prácticamente a almorzar. Una breve lista nos demuestra aquello. En automóvil, por ejemplo, se tarda siete horas y media para llegar al puerto de Arica, y media hora más para llegar a Ilo. Casi el mismo tiempo que se emplea en ir a Cochabamba o a Uyuni. En nueve horas se puede llegar a la puerta de la Amazonía, Rurrenabaque, y cuando esté completada la ruta de asfalto, serán menos.
Obviamente, al lago sagrado se puede llegar en ese mismo margen de tiempo incluso en bicicleta. Sin duda, al cielo que tocan los nevados se tarda más, incluido el del llamado “6 mil más fácil del mundo”, o sea, el ya mencionado Huayna Potosí. Aunque para espíritus o cuerpos menos resistentes hay valiosos consuelos de cercanía al cielo como la Muela del Diablo. O, finalmente, hay lindo cielo en los viajes por la red de teleféricos más alta del mundo.
En cada caso, si bien cada destino destaca por sus notables atractivos, suman decenas y hasta cientos de atractivos en las escalas. Ello incluye las propias y simples escalas dentro de la ciudad de La Paz, donde hay una altura promedio, pero varias parciales, entre barrio y barrio, con cientos de metros de diferencia. Es posible estar a más 4 mil metros sobre el nivel del mar en el borde alteño y una hora más tarde a 3 mil en el puente Lipari.
POTENCIAL COMERCIAL
Queda claro entonces que las coordenadas paceñas ratifican una ubicación que reditúa múltiples potenciales. Éstos van más allá del turismo y, especialmente rumbo al comercio. No por nada, varias voces institucionales han postulado, por ejemplo, el proyecto de un puerto seco en El Alto, la ciudad siamesa de La Paz. Un proyecto que incluye venias internacionales. De hecho, en mayo de 2017, un encuentro donde participaron representantes de siete países, el viceministerio de Comercio y varias cámaras empresariales lo esbozó.
“La aspiración es que, en 10 a 15 años, el 60 por ciento de la carga boliviana de importación y exportación sea despachada desde este puerto seco”, explicaba entonces el viceministro del área Martín Bazurco. El proyecto articula El Alto con Patacamaya, otra importante población paceña ubicada en la ruta al Pacífico. Para cualquiera que visita la urbe alteña, la segunda más poblada del país, queda claro el pulso comercial, con sus kilométricas ferias, que la anima. Igualmente, otros proyectos afines resuenan desde hace años. De hecho, la actual alcaldesa, Eva Copa, tiene entre sus principales ejes la cristalización de “El Alto - ciudad industrial”, con varias obras en curso.
“El eje que va desde El Alto hasta Oruro marca una dinámica impresionante —explica el ingeniero industrial Víctor Hugo López—. Hay estudios que citan la circulación de miles de millones de dólares que fluyen desde ese eje a destinos en todo el país. No sólo eso, llegan a ciudades cercanas de los países vecinos y hasta ingresan mucho más allá. Pocas veces se ha valorizado el comercio virtuoso que implica cómo mercadería asiática ingresa a Bolivia, llega al puerto seco y se va hasta otro país, digamos Brasil. Son juegos comerciales que le reditúan divisas a nuestra economía. Hay así dinámicas muy importantes”.
LOS PACEÑOS
En ese fenómeno comercial suma otro factor que marca a La Paz: la idiosincrasia de sus habitantes. “El paceño es comerciante y siempre lo fue —ha señalado el sociólogo Carlos Laruta a la hora de definir la identidad de los habitantes de esta región—. La Paz fue una ciudad y un departamento comercial. Y en los últimos 20 o 30 años, esta identidad se enriqueció con los alteños quienes, junto a los de la hoyada, son el enlace de Bolivia con el océano Pacífico, hacia afuera, y con el resto del país, hacia el interior.
La otra característica que Laruta destaca en los paceños constituye “su fuerte acento mestizo, su reivindicación chola, su acentuado mestizaje, lo que implica valorar el aporte español, pero también el aporte aimara. Desde aquí, La Paz está abierta a su ser, diríamos, un rasgo interno”. Y una tercera: “su educación, La Paz es una ciudad de habitantes de alto grado educativo. Ello se halla empujado, quizá, por el hecho de ser la capital real de Bolivia, lo que implica la responsabilidad del Gobierno nacional. Por eso mismo hay una burocracia educada en La Paz”.
Probablemente, este factor también ha impulsado a que en La Paz se hallen las universidades bolivianas mejor ubicadas en los rankings internacionales. Cuentan igualmente, diversas academias e institutos de investigación, archivos y museos. Y también cobran un brillo propio encuentros artísticos como el Festijazz y el Fitaz. A lo que se añade otro significativo imán turístico que va desde las peñas hasta entradas folklóricas como las del Gran Poder o el Carnaval.
BRILLA EL ORO PACEÑO
En lo económico, suma otros valores que marcan su peso en el país. Es, por ejemplo y según datos del INE, el principal departamento productor de oro, con más del 65 por ciento de las 53,4 toneladas que se produjeron en Bolivia en 2023. Y el oro hoy resulta el principal recurso de exportación del país. En general en 20 años, La Paz a desarrollar del 20 a 37 por ciento de la actividad minera boliviana, donde se añaden zinc, cobre, estaño y otros minerales. Eso, por citar, otro de los rubros importantes.
Del agro paceño también cobra características de exportación legal y efectiva un recurso altamente polémico como la coca. La coca yungueña es demandada en todo el país e incluso la Argentina, tanto para su consumo en el masticado como para las infusiones. De esa región, donde también se producen frutas, también ha cobrado importancia la producción de café. Algunos de sus ejemplares han ganado la célebre Tasa presidencial, así como distinciones y fama internacional.
Sin embargo, el ya mencionado escenario paceño y sus virtudes marcan probablemente los fenómenos de distinción en estos años en la cultura y el turismo. La urbe rodeada de colosos nevados consagrada como una de la “siete ciudades maravilla” del mundo en 2014 alberga, por ejemplo, a cinco de los 100 mejores restaurantes de América, según el ranking Latin America’s Best Restaurants: Ali Pacha, Gustu, Ancestral, Phayawi y Popular cocina boliviana. Uno de ellos, Gustu, incluso se ubicó en el puesto 45. Asimismo, ha sumado diversos centros gastronómicos o de espectáculos singulares y circuitos culturales que se proyectan al entorno y más allá. A ellos se añaden, claro, otros tradicionales como los arqueológicos centrados en la célebre ciudadela de Tiahuanaco y la isla del Sol.
MUCHO POR MEJORAR
Sin embargo, todo el brillo paceño, potencial, incipiente o reluciente, corre sus respectivos riesgos. “Una economía con tanto potencial no tiene una fuerza articuladora que la asiente y la depure —explica López—. Los proyectos comerciales están frenados o avanzan lentamente. La explotación de oro aporta miserias de impuestos y contamina terriblemente la riqueza del bosque y el agua. La producción de frutas yungueñas ya es menos del 45 por ciento frente a la multiplicación de los cocales. Si queremos más turismo, falta un montón de infraestructura y servicios, desarrollo urbano amable y agradable. Es una ciudad agresiva a bocinazos y gritos. Hay mucho por hacer para avanzar fuerte y bien”.
Laruta ha sido igualmente puntilloso al citar las amenazas: “La Paz tiene dos riesgos: por una parte, que su población instruida abandone el departamento ya sea hacia el exterior o hacia Santa Cruz. Esto, debido a la ausencia de perspectivas de desarrollo. Un segundo riesgo consiste en que no haya capacidad en sus elites para diseñar, en estos tiempos de autonomía departamental, un nuevo horizonte de desarrollo inclusivo. Debe ser un desarrollo inteligente, ecológico, sostenible el que se perfile para La Paz”.
Por su parte, Carranza al recordar los proyectos que los frecuentemente osados paceños suelen desarrollar juega con las manos y explica: “Sería tan lindo potenciar toda esta maravilla, pero, a veces, inviertes fuerte y te viene un bloqueo o una pandemia. Como no hay políticas de protección, incentivos ni mucho menos, entonces caes así, como desde el Huayna hasta Huaji. Y chau. Pero imagine si se apostara bien, en conjunto y en serio, ¡la gloria!”. Esa gloria que parece rodear La Paz, cada vez que miles de luces empiezan a alumbrar las laderas y rodean el brillo del Illimani.