Pachi Sejas: Cuerpo intenso, intensa mente
Patricia Sejas Aramburo (Pachi) alza su metro y 53 centímetros en una estructura de pura energía que parece ser inagotable. Pachi en cuerpo y alma también es una estructura de pura fibra. Ese uno de los resultados de casi cuarenta años de una carrera que incluye diversos papeles, relaciones y estaciones, y un sinnúmero de personajes. Un camino que ella ejemplifica y explica con un diagrama que denomina “la danza de mi vida”. El diagrama, dice Pachi, desplegando una enorme hoja de papel sábana en la que se dibujan círculos, flechas y cenefas, es circular como la vida, como el universo, como la naturaleza, pero no se cierra en sí mismo, sino que se abre en espirales y arabescos que van en diversas direcciones, como la danza misma.
Patricia nació el 25 de noviembre de 1957. Fue una niña inquieta ¡qué sorpresa!, siempre dispuesta a participar en actividades escolares, principalmente en las que suponían movimiento y representación de personajes. De esa época resaltan las competencias de natación, las excursiones y el teatro en el colegio.
Camino de descubrimiento y tejidos
Su interés por la danza comenzó el año 1975, en Cochabamba, con su ingreso en el Ballet Folklórico dirigido por el maestro Mario Leyes Méndez. En paralelo estudiaba danza clásica. “Yo estaba atrapada por lo corporal”. Una cosa llevaba a la otra y en poco tiempo más ingresó en el Estudio Melo Tomsich, pionera en el desarrollo de la danza contemporánea en Cochabamba y Bolivia. “Ella armó su Estudio y junto con un grupo de interesadas fuimos a descubrirlo”.
Descubrimiento es una palabra clave en el lenguaje verbal y corporal de Pachi, ya que gracias a su curiosidad y disponibilidad para lo nuevo ha ido siempre al encuentro de revelaciones que le permiten, sin conflicto aparente, transitar simultáneamente con diferentes sombreros: alumna y maestra, bailarina y coreógrafa, gestora cultural y actriz, siempre sumando, porque al mismo tiempo que emprende nuevos caminos no abandona los anteriores. De ahí que el diagrama circular está en perpetuo movimiento… como ella.
Los descubrimientos con Melo Tomsich abarcan la investigación, la exploración de las propias posibilidades y de sus límites del cuerpo y las sensaciones a través del movimiento y sus secuencias. Un aprendizaje que “…primero experimentabas contigo misma y luego proyectabas hacia el colectivo”. Los 25 años de trabajo en el Estudio le permitieron desarrollar el triple papel de coreógrafa, bailarina y maestra, que ha seguido desarrollando a lo largo de los años con experiencias individuales y colectivas que, como un trabajo de telar, se despliegan y anudan.
En ese telar se han ido tejiendo los hilos de experiencias desatacadas como La Thunkuna, Atempo Danza, LanzArte, Danzur, Danza Viva y otras, cada una con sus propios colores y matices, pero anudadas en el eje común de las búsquedas a través del movimiento. El camino, o quizá sería mejor hablar de los caminos de Pachi están entrecruzados porque tanto inicia una nueva experiencia como mantiene anclas con las anteriores. De hecho, varios de los procesos iniciados en grupo o individualmente aún existen y todavía Pachi se mantiene vinculada a ellos.
Las múltiples vivencias se expresan en una urdimbre que despliega hilos diversos, aunque intrínsecamente relacionados, a veces de forma sorprendente, en un sinnúmero de talleres como el trabajo social con la danza que motiva tanto a niños, niñas como a jóvenes y personas adultas para reflexionar sobre sus vidas, sus lugares en el mundo y sus relaciones personales; el trabajo en cárceles o con poblaciones con habilidades diferentes; representaciones teatrales en municipios rurales; docencia en universidades; reflexión y denuncia sobre la violencia intrafamiliar; vivencias con mujeres y hombres adultos mayores y un largo etcétera. “Cuando exploro siento que las personas son infinitas”.
Pasiones y entregas
Pachi se autodefine como “bastante activa, quizá más bien muy agitada, atenta al entorno, abierta de mente ante las novedades y con paciencia y capacidad de escucha… en la vida hay que mover y remover, porque si no te anquilosas”.
El principal ingrediente para reciclar la energía es la pasión, dice Pachi “Todo lo que hago me apasiona”, y quizá por eso sus procesos son tan largos, prácticamente ininterrumpidos y enlazados unos con otros, así como sus amistades y la solidaridad permanente fraguada con su hermana y con su hija “… ella es mi compañera, porque desde que nació tuvo que ser parte de todos mis afanes”) y con las y los cómplices de tantos emprendimientos.
Con tanta vida vivida la vida no sólo trae éxitos, sino también frustraciones. “Cuando lanzo una obra quiero llegar a la gente y si eso no ocurre me pregunto qué es lo que falló o qué faltó. El fracaso me tiene que enseñar, me tiene que servir.
Esta reflexión está plasmada en la obra “60 y un poquito más”, para cuya elaboración Pachi confiesa: “me investigué a mí misma, porque cada persona tiene historias, recuerdos, lazos, sensaciones que son materia de creación”. Lo que sientes, creas y por supuesto la forma en que bailas es diferente con la edad, con lo que cargas”. Diferencias e intensidades aparte, lo que es cierto es que Patricia Sejas, a sus “60 y un poquito más” aún tiene mucho por vivir, aprender y enseñar. Probablemente esa sea la llave su pasión y su energía.
Experiencias vitales
La mayoría de los emprendimientos de Pachi Sejas se dan en colaboración “entre personas, entre artes, entre lenguajes”, acota ella, para quien el enjambre de iniciativas data de La Thunkuna, que mostró desde temprano que la complementariedad y los aportes desde diversas especialidades enriquecen las experiencias. Varios de los emprendimientos en los que participa datan de más de dos décadas y actualmente continúan. Por eso, la bailarina, coreógrafa y gestora se ríe y acepta cuando le digo que su “danza de la vida” es en realidad “una telaraña de la vida”, una urdimbre que ella continúa tejiendo, alegre y laboriosamente.
La Thunkuna (coscoja o rayuela), 1997 – 2008, fue una experiencia innovadora y desafiante, de largo aliento y con raíces firmes. Su sentido principal fue la educación desde el arte, juego, placer, aprendizaje y descubrimiento, procesos que según Pachi se hacían “buscando en varias vidas: en movimiento, en verso, en imágenes, tejidos y ritmos”, buscando el desarrollo de la creatividad que todos los seres humanos tenemos en alguna parte de nuestros cuerpos y mentes.
La Thunkuna fue una creación colectiva en la que participaron Elizabeth Schwimmer (*), José Luis Castro, E. Quezada, R. Rivas, A Gómez, Patricia Sejas y Michelle Déchelette (*), Teresa Alem se sumó y también se unieron varios compañeros, como el Negrito, Pepe Lucho, Marco, Rosi y otros.
El trabajo, que aún continúa, se hace a través de talleres en los que se experimenta con las sensaciones, las relaciones personales, recuerdos, vivencias y proyecciones para expresarlas a través de la pintura, danzas, teatro, juego de roles, telares, imágenes, música y teatro.
En una larguísima secuencia de encuentros han pasado por esos talleres cientos de docentes, estudiantes de diversos ciclos, desde los de primaria hasta los de bachillerato y universidad; gente de comunidades urbanas y rurales y población penitenciaria. A cada momento se presentaban desafíos culturales, desde la renuencia a quitarse los zapatos, cerrar los ojos y el miedo a perder el control de la situación hasta las dudas acerca de qué hace reír y llorar a la gente. Sin embargo, los resultados casi siempre son los mismos: fortalecimiento de la auto confianza, aumento de la expresividad y mejora del relacionamiento social… en fin, descubrimientos. El Libro No Libro de la Thunkuna reúne las vivencias, experiencia de 12 años de thunkunear.
Atenpo Danza (2004 – 2015). Fue una experiencia muy vital, que se basó en vivir y mostrar la danza como una actividad del día a día, del aquí y ahora, como parte de las vivencias cotidianas de la gente. Tuvo una dimensión formativa y una de espectáculo. La crearon Ana Cecilia Moreno y Jhonny Pérez quienes, junto con Erika Villarroel estaban trabajando temas de medioambiente, principalmente del agua. Invitaron a Pachi ver y comentar la puesta en escena de Lagumayo que trata, precisamente, del acceso de la gente a este recurso natural. Era los años de inicio de la década del dos mil, y Pachi sugirió incluir los acontecimientos de la Guerra del Agua (Cochabamba, abril del 2000).
A continuación, Pachi fue Codirectora, coreógrafa, profesora e intérprete en la Compañía. Después de esta puesta en escena abordaron la problemática minera, produciendo Vientre Mineral, para lo cual viajaron previamente a varias minas en un recorrido de investigación. Luego vino Cuerpos Invadidos que “trata la cosificación de los cuerpos de las mujeres”.
Ambos procesos dieron pie a un método de trabajo que se repitió en diversas oportunidades. En distintos momentos invitaron a músicos/as, actrices, actores, bailarines y practicantes de otras artes a participar en los procesos de creación y representación, lo cual enriqueció y amplió mucho la producción.
Pachi destaca, por un lado, el método de investigación y, por el otro, la experiencia de las representaciones en diversos municipios rurales, logrando no sólo que las y los pobladores se reconozcan en las obras y sean un público con altos niveles de empatía. “El agua es un tema muy sensible en el departamento y lo tratamos con baile y con teatro” en obras que se representaron tanto en barrios de la ciudad como en municipios y comunidades rurales. En éstos una parte fundamental fue compartir y observar las reacciones de públicos diversos, y comprobar que la gente se reconocía en las historias y personajes que aparecían en escena. “Ellos se reconocían porque estábamos representando algo que vivían… y les parecía gracioso identificarse como personajes”. Las historias representadas no sólo incluían situaciones y personajes locales, extraídos de la investigación previa, sino objetos de su vida cotidiana, como los aguayos, las palas, las zanjas y situaciones de su organización comunitaria, como los turnos para el agua, para la limpieza de canales y otros servicios.
LanzArte (desde 2016). La danza es un lenguaje y de esto se trata LanzArte. La experiencia comenzó con un taller en Rurrenabaque (Beni) y con el apoyo de la Organización Solidaridad Suiza, que se prolongó varios años e incluso continúa actualmente con otros procesos en distintos lugares. También tiene el eje formación – acción – representación, pero en este caso su población son jóvenes de ambos sexos con el objetivo de: “Contribuir a la construcción de una sociedad boliviana más democrática, inclusiva y equitativa que tome en cuenta e incorpore el aporte y la participación de los jóvenes, especialmente en el nivel local” desde el arte, con espacios en diferentes departamentos de Bolivia a través del teatro, danza, cine clubs, fotografía y radio.
Durante 12 años Patricia Sejas fue su responsable. De múltiples vivencias destaca la de trabajar conjuntamente con jóvenes de colegios de la zona sur y de la zona norte de la ciudad de Cochabamba. “Al principio ni se hablaban y luego, a través de la danza, comenzaron a expresar que tenían cosas en común, como sus gustos musicales, sus cicatrices, sus expectativas…”. También convocaron a artistas de distintos puntos del país “… para ver, sentir su sensibilidad y compartir contenidos como educadores del arte corresponsables y comprometidos con su entorno”. De esta experiencia, que aún continúa, se desprendieron varios proyectos
Danzur (2016 - 2023). Inició con el trabajo conjunto con mujeres y hombres bachilleres del Colegio Laredo y de un colegio de la zona sur de la ciudad (Cochabamba). El proceso sigue hasta ahora y los testimonios de sus participantes “son muy conmovedores porque expresan sus aprendizajes y el plus que el arte significa en sus vidas”. El eje de la experiencia es “ver y oír a las y los jóvenes, no imponerles nada, ni en contenidos ni en forma”. Con esa apertura surgieron expresiones propias a través de lenguajes tan dispares como la Break dance, los grafitis, el teatro y el rap.
Pachi destaca el proceso de elaboración colectiva de la obra ¡Basta!, que trata de la violencia intrafamiliar o doméstica, que dio pie, como en otras experiencias, a un método específico de trabajo. Siendo un tema muy sensible, buscaron el apoyo de instituciones especializadas, que en este caso fue el del Servicio Legal Integral Municipal (SLIM); primero trabajaron con las y los jóvenes y luego, por separado, con padres y madres de familia. “Definitivamente, el arte es un camino que debería estar intrínsecamente tejido con el sistema educativo”, dice Pachi.
Danza Viva y sus huellas (desde 2002). Es un estudio -taller con personas adultas con o sin experiencia de baile, “…dejar que la danza habite cada rincón de tu cuerpo, de tu Ser, de tu alma, emociones que dibujan el cuerpo, movimientos que hablan, gritan, susurran, ríen, cuentan, cuestionan, sacuden…. ¡danzar, infinitamente danzar!!”.
Daniela Mercado, comunicadora y educadora visual recuerda que conoció a Pachi hace mucho, en un taller de locución. “Ella era docente y nos enseñó trabajo corporal, danza. La sentí como una persona completamente enfocada y transparente en su relación humana. Después fimos colegas en el canal Antena 1. Yo leía noticieros y ella estaba en otra área. Así como la conocí, así la sentí como colega, transparente, sólida, defensora de los derechos humanos; muy concreta en su presencia como ciudadana, rebelde, defensora de causas justas. Fui viéndola y admirándola en su trayectoria como bailarina. Siempre que la veo bailar se me ponen los pelos de punta porque es una comunicadora de mensajes humanos, su arte es más que la firma, su interés va más allá de la forma y de los movimientos como bailarina y como coreógrafa. Es relevante que además de la belleza de la forma busca llegar al otro, la otra, transformar el mundo, mirar críticamente la realidad y lo ha conseguido con sus puestas en escena”.
“Toda mi vida, desde chiquita quise ser bailarina, pero no lo logré. Justo en una nueva etapa de mi vida, en un momento en que tengo tiempo para mí misma y cuando realmente lo necesitaba fui a Danza Viva y sentí esta conexión con la vida misma a través de la danza, el arte corporal. Además de aprender a manejar mi cuerpo y de poder expresar sentimientos y emociones, en clases siento que además de ser escuela de danza es una escuela de la vida. Un rasgo absolutamente de Pachi es la aceptación plena de las participantes en el taller, tal y como somos. La lección que aprendí es aprender a relacionarme con las personas aceptándolas tal y como son.
“Otra cosa tiene que ver con una misma, aceptarme tal como soy y liberarme de ataduras que desde la infancia me hacen cargar una imagen de mí misma con atributos y defectos. He podido mirarme al espejo, wow esta soy yo, me gusta bailar y bailo. Cuando salgo de una clase con Pachi camino por las calles con presencia plena de mi ser, oxigenada sentido de libertad de cuerpo y mente. Porque sus clases despiertan la capacidad de crear y mirar el mundo desde una perspectiva más amorosa.
“Un empresario compró el canal y venía con su esposa extranjera, muy elegante, de otra cultura. Ella quiso incorporar hábitos de vestirnos bien y sacó un comunicado a todo el personal instruyendo como nos deberíamos vestir (tipo de falda, largo, colores; tipo de camisas para mujeres y hombres, etc.). Yo escuché a Pachi refunfuñar y reclamar, armó bulla y a partir de eso empezó a llegar al canal más hippie que nunca, con pantalones anchos y alpargatas, era gracioso y motivador, y la instrucción no prosperó obviamente”.
Recientemente Pachi tuvo un accidente mientras bailaba en una sesión de Danza Viva. Según recuerda Daniela “…estábamos haciendo la clase y nos enseñó una clase de movimiento en el propio lugar en la segunda parte nos podríamos desplazar, nos estaba dando un ejemplo con movimientos y hacer el ejercicio de ejemplo se resbaló y cayó al piso de una manera super elegante, yo no la vi desplomarse sino que cayó como el pétalo de una flor, y antes de pararse nos dijo, se rompió el huesito, nos sorprendimos, se paró y dijo pero la clase continúa. La tuvimos que obligar para que se deje llevar a la clínica. Nosotras bromeamos diciendo que la Pachi es de la escuela que dice: “El show debe continuar”.
Pachi reflexiona que, entre las artes, la parte del movimiento puede verse como la más difícil porque con la danza “te expones tú, expones tu cuerpo”. La danza tiene el estigma de que es espectáculo y en éste se trata de mostrar lo bello, lo armónico, lo perfecto, eso paraliza, por eso hay que abrir las puertas a mostrarla y vivirla, como otro lenguaje, como una expresión más de la comunicación humana, eso, lógicamente, es mucho más que la noción de espectáculo. De ahí la importancia de hacer danza con diversos grupos generacionales, que desafían los patrones estereotipados de belleza. Quizá esto es más fuerte como desafío para los hombres, a los que se suele educar para que muestren poco sus sentimientos, y que el baile parece “cosa de mujeres”.
No sólo de mujeres, sino de jóvenes, delgadas y bellas, como dice Alejandra Vargas, sicóloga, docente universitaria, que baila con Pachi desde hace 14 años “intermitentemente, a través de periodos discontinuos”. Desde niña pasó por “todos los tipos de danza”, la primera vez que vio un espectáculo de contemporánea le pareció fatal y se dijo “nunca voy a bailar eso, creo que me chocó la libertad de movimientos”, pero cuando, años después, vio a Pachi bailar, se dijo lo contrario “esto me encanta, es para mí” y por la misma sensación de libertad que antes había rechazado… y se inscribió en Danza Viva.
Alejandra destaca de Pachi “su respeto por expresar el ser, ese es su eje principal”. En una ocasión Alejandra realizó dos experiencias de talleres de danza movimiento terapia y pidió ayuda a la maestra, quien se la otorgó con “absolutos desprendimiento y generosidad”, lo que fue muy significativo para ella. Por tanto, destaca que con Pachi las relaciones son de múltiples vínculos, como maestra, como bailarina, como colegas…y muchos otros “como”.
Una experiencia similar vivió Nesby Cassano Galdo, sicóloga clínica y docente universitaria, quien recuerda: “Nunca en mi vida bailé, por eso no sabía que podía ser una experiencia tan hermosa; yo veía a mis hijas bailar (estudiaron en el Instituto Laredo), y me parecía algo de otro mundo. Una amiga me pasó el dato de que Danza Viva iba a hacer unas prácticas en el parque Fidel Anze, esto era el 2020, saliendo de la experiencia de las cuarentenas por el virus Covid 19. Fui y me encantó”.
Señala que Pachi, además de las técnicas de danza contemporánea, valora los sentimientos y la intensidad con que se sienten la música y las emociones y, al mismo tiempo, trabaja con la libertad de movimientos. “A veces dice cosas desde la danza que la trascienden, que son lecciones de enseñanza para la vida”. Eso ayuda enormemente a que quienes participen en el taller se involucren mucho, por ejemplo, “en una de las coreografías en las que participé me sentí tan bien que me salí de lo que teníamos preparado y seguí bailando a mi aire en lugar de regresar al movimiento en que todas nos juntábamos para cerrar y finalizar la figura, tanto que una compañera, más experimentada, improvisó unos pasos para jalarme hacia el grupo… realmente me dejé llevar y, por supuesto, las del grupo estaban desconcertadas”.
Cierra este breve recuento de testimonios María del Sol Cabrera, quien estudió filosofía y pedagogía, y es docente universitaria recién jubilada. Participa en el taller de Danza Viva desde que la experiencia se inició. “Yo soy muy alta para el promedio, y tengo este tamaño desde mis 13 años, por tanto, era tan jorobada como un 7. Mi abuelo, que era médico, me hacía al inicio de cada año escolar un certificado para que me licenciaran de los ejercicios físicos, en el entendido de que estos me harían crecer más, así es que, encima, no tenía la experiencia corporal del ejercicio físico”, así es que cuando a raíz de una motivación de su hija se inscribió en Danza Viva, fue una experiencia deslumbrante que ya nunca abandonó.
El principal enganche fue que la danza era un espacio de libertad, el descubrimiento de que el cuerpo podía ser libre a través del movimiento de la danza, esto le produjo la íntima satisfacción de “amistarse con su cuerpo”. “Con el cuerpo puedes explorar, puede ser un instrumento estético sea grande, gordo, viejo…no hay límites”, y esto es, precisamente, lo que produce la satisfacción de libertad auto otorgada, aunque contradictoriamente estás tan presente como en ningún momento de tu vida”.
Ese sentimiento puede llegar a tal extremo que, en cierta ocasión, ya concluyendo la práctica, una de las compañeras se sentía tan liviana y volátil que dijo “el piso es de algodón y se lanzó al piso…con el resultado de dos costillas rotas”.
Esta mujer en movimiento tuvo la buena estrella de caer en una familia de mente abierta, capaz de aceptar sus inquietudes. “Mi familia es muy grande, ampliada más allá del núcleo de mis padres y hermanos, con un montón de primos con los que nos juntábamos en vacaciones (…). También contribuyó que nos movimos mucho viviendo en otros países, lo cual influyó en la mentalidad amplia de mi mamá”. Pero fundamentalmente Pachi destaca las grandes dosis de amor que tuvo y tiene en su familia nuclear y en la extendida. “Siempre he tenido mucha contención”, dice, refiriéndose al apoyo constante que le dan.
Quizá también, aunque ella no lo dice, en esto aporta su propio carácter sociable y generoso, que no corta vínculos de sus procesos, aunque pasen años y se hayan roto ataduras formales, sino que, por el contrario, los va anudando y jalando hacia el presente, lo que hace una impresionante acumulación de contactos, afectos y trabajos. No sólo en la dimensión del trabajo sino también en la de su vida privada.