Guardián de la memoria
en una carta enviada en 2018 por la Honorabilísima Orden del Baño, del Reino Unido, se puede leer este rótulo: “Capitán historiador Arturo Galindo Grandchant”. Lo de capitán se debe a su condición de piloto aéreo, la profesión que le llevó por todo el mundo, pero don Arturo siempre rechazó la etiqueta de historiador, pese a que el trabajo realizado durante décadas amerita que se le considere como un estudioso de la historia.
Entre los centenares de documentos que atesora están transcripciones de manuscritos de la Guerra de la Independencia acompañados de comentarios que no son otra cosa que interpretaciones, a veces firmados junto a Gastón Cornejo Loayza. Para quienes estudiamos la historia, eso es, indudablemente, trabajo de historiador.
Su nombre completo es Arturo Santiago Eliodoro Galindo Grandchandt y, según se lee en su cédula de identidad, nació en Cochabamba el 11 de diciembre de 1937. Tiene raíces tarijeñas, de las que se siente orgulloso, pero a la hora de definirse usa un gentilicio y un adjetivo: “cochabambino fanático”. Es el hijo del matrimonio de María Teresa Grandchandt Pizarro y Eleodoro Galindo Quiroga, en el que nacieron ocho hermanos, aunque cuatro fallecieron a temprana edad. Se casó con Ruth Pinto Fuentelzas con quien tuvo un único hijo llamado Arturo, como él. Fue piloto en el Lloyd Aéreo Boliviano por alrededor de 30 años y se jubiló como piloto comandante del equipo Boeing 707 y gerente de operaciones.
Documentos
Arturo Galindo es parte de la vasta descendencia del libertador León Galindo Camacho, aquel que llegó a Bolivia con el ejército de Antonio José de Sucre. Estuvo vinculado a la historia desde que tuvo uso de razón no solo por todo lo que escuchaba de su ilustre antepasado, sino porque su bisabuelo, José María Pizarro, compró la casa que otro libertador, Francis Burdett O’Connor, tenía en la Loma de San Juan, en Tarija. Allí se quedaron no sólo documentos de O’Connor, sino archivos notariales de Tarija, del periodo inmediatamente anterior a la Guerra de la Independencia. “Seguramente toda esa documentación se quedó en la casa de mi abuela (la esposa de Pizarro) y yo, como aficionado a la documentación antigua, me la traje porque, si no era yo, hubiera ido a parar a una fogata”, cuenta.
Los documentos de O’Connor son auténticos tesoros, puesto que la mayoría de ellos son originales. No solo hay testimonios de las compras de haciendas, sino de hasta los juicios que tuvo por sus propiedades. Se conserva cartas de Bernardo Trigo al general irlandés, piezas de un diario personal, el relato de la Batalla de Ayacucho escrito por el propio O’Connor y hasta documentos vinculados a la decisión de Tarija de pertenecer a Bolivia.
Desde luego, la fortaleza del archivo no es el libertador que se quedó en Tarija sino el otro, Josef León Galindo Camacho, quien también asumió la nacionalidad boliviana y se estableció en Cochabamba, donde murió el 28 de diciembre de 1865.
León Galindo ingresó a Bolivia en 1825, comandando el Batallón Bogotá, y a Potosí el 9 de febrero de 1826. Fue el primer prefecto efectivo de Potosí, puesto que organizó sus primeras instituciones republicanas, y le tocó encabezar uno de los más importantes cambios de la transición de un Estado realista a uno republicano: la amonedación. Hasta 1827, Bolivia seguía acuñando monedas españolas, con la efigie de Fernando VII, pero Galindo ejecutó, por fin, la decisión aprobada por la asamblea general del 25 de poner en circulación monedas bolivianas, con el busto de Simón Bolívar.
Por la confianza que tenía en él, Sucre lo nombró Jefe de Estado Mayor, cargo que estaba ejerciendo cuando se produjo la invasión peruana de 1828. Este hecho determinó que una importante cantidad de documentos del ejército boliviano, muchos incluso reservados, se quedaran en su poder. Una buena cantidad de esa documentación logró superar las barreras del tiempo y es conservada por Arturo Galindo.
El acervo
Colombiano de nacimiento y boliviano por naturalización, Josef León Galindo Camacho se casó en Potosí, pero se estableció en Cochabamba, donde compró una casa. Pensando en desarrollar la agropecuaria, adquirió la hacienda que perteneció a Francisco Viedma en Chullpas, en el valle de Cliza.
La descendencia de Galindo es vasta e ilustre. A León, el libertador, siguieron hombres como su hijo Néstor, el médico Cleómedes Blanco y el presidente Carlos Blanco Galindo, por citar solo algunos nombres. Muchos siguieron la carrera de las armas y participaron en las diferentes guerras que tuvo Bolivia y hasta en la guerrilla de Ñancahuazú. Otros tantos fueron diplomáticos, políticos y hasta existieron ingenieros como Alfredo Galindo Quiroga, que participaron en obras notables como la construcción del ferrocarril Potosí-Sucre y el tendido del alcantarillado de Cochabamba. A lo largo de casi dos siglos, produjeron documentos, pero no todos se conservaron, ya que los hechos históricos determinaron cambios y movimiento entre los descendientes.
La propiedad de Chullpas se transformó y algo similar sucedió con las propiedades de Cochabamba. La documentación se esparció entre las familias y una gran cantidad desapareció. Por eso, es que la figura de Arturo Galindo Grandchandt es determinante: porque advirtió lo que estaba pasando y comenzó a recopilar la documentación dispersa. A falta de un lugar donde depositar los bienes y objetos heredados y rescatados, habilitó ambientes en su propia hacienda, ubicada en Colcapirhua, cerca de Quillacollo.
Allí está un acervo que, si bien todavía tiene carácter familiar y privado, contiene no solo documentos sino objetos, imágenes, en grabados y fotografías antiguas; folletería y toda una biblioteca que se reunió a lo largo de décadas.
Entre los muchos objetos están petos de las armaduras de Jerónimo Marrón de Lombera y del último gobernador intendente de Cochabamba, José Gonzáles de Prada, el que fue derrocado por el alzamiento de Esteban Arze. Además de retratos de Galindo y sus descendientes está la banda que supuestamente habría sido utilizada por Simón Bolívar en la entrevista con José de San Martín, en Guayaquil, que el Libertador obsequió a León Galindo.
Se trata de un acervo sumamente útil para la investigación de varios periodos de la historia de Bolivia que se formó gracias al interés, tesón y entrega de Arturo Galindo Grandchandt, un verdadero guardián de la memoria histórica nacional.
Un patriarca
En una visita a la hacienda de Colcapirhua, en abril último, un pollito cayó en la alberca, que está sin uso, y, al intentar rescatarla, me topé con una culebra.
Cuando le reporté el hecho a don Arturo, él nos sorprendió a todos no solo porque bajó a la alberca con la agilidad de un quinceañero, sino porque cogió a la culebra con una mano, subió hasta el interior de la casa de hacienda y nos la mostró a todos antes de liberarla.
Esa anécdota doméstica pinta de cuerpo entero a un hombre que, ya llegando a sus noventa años, sigue vital, lúcido y, sobre todo, con el interés de dejar su legado a las nuevas generaciones.
Debido a que la descendencia de León Galindo es vasta, actualmente hay muchos descendientes que rebasaron los 70 años, pero la mayoría ve a su tío Arturo como un patriarca y la figura principal del legado familiar. “Arturo: eres un as de la recolección, recuperación y almacenamiento de datos. Todos los Galindo te debemos nuestro agradecimiento. Felizmente ahora cuentas con el increíble apoyo de los miembros de la quinta generación. Tú solito empezaste el museo/archivo de la Familia Galindo y lo mantuviste. ¡Gracias!”, escribió Christian Galindo desde Estados Unidos.
(*) Juan José Toro es fundador y vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).