Julián Chambi impulsor de la agroecología y reforestación en Sucre
En la localidad de Tarabuco, de la nación indígena Yampara, Julián Chambi Llajsa lidera una iniciativa que busca recuperar la agricultura tradicional sin agroquímicos y restaurar los ecosistemas degradados a través de la plantación masiva de árboles nativos, comenzando por Rumi Tambo.
En una entrevista con la Revista OH!, Chambi, quien además empezó a correr en agosto de 2024 en las carreras de montaña para poder aprender más de este tipo de competencias y promocionar su cultura, relata los desafíos, avances y sueños de su proyecto, el cual no sólo impacta a los productores locales, sino que también ofrece una alternativa sostenible a la crisis ambiental y alimentaria que enfrenta el país.
Agricultura ancestral
Chambi menciona que comenzó su camino en la agroecología inspirado por el conocimiento de sus ancestros. “Nuestros abuelos producían de manera natural, sin el uso de agroquímicos ni fertilizantes artificiales”, señala. Sin embargo, con el paso del tiempo, el uso excesivo de insumos externos provocó la degradación del suelo y la dependencia de estos productos, lamenta.
Uno de los principales desafíos de la producción agroecológica, según Chambi, es la pérdida de fertilidad del suelo debido a la reducción de ganado y la escasez de abono natural. “Antes utilizábamos estiércol de vaca, oveja y cabra para nutrir la tierra, pero con la migración y la disminución de la crianza de animales, los fertilizantes orgánicos son cada vez más escasos”, explica.
A pesar de estos obstáculos, lograron aplicar principios de policultivo para fortalecer la tierra y minimizar la aparición de plagas y enfermedades, destaca.
A diferencia del monocultivo, que debilita los suelos y atrae plagas, su producción agroecológica combina diferentes cultivos como papa, quinua, cebada, tarwi y maíz, creando un equilibrio natural, comenta Chambi.
Lucha por un mercado justo
Si bien la producción agroecológica ganó interés en los últimos años, el acceso a un mercado justo sigue siendo una de las mayores dificultades de las comunidades y productores que emprenden en esto, menciona. Por ejemplo, el año pasado, la papa se vendió a 5 bolivianos la arroba, lo que hace que muchos productores pierdan dinero, señala Chambi.
Para contrarrestar esta situación, apuestan por la transformación de productos agrícolas en alimentos con valor agregado, añade. “Por ejemplo, en lugar de vender cebada cruda a 100 bolivianos el quintal, la convertimos en pito (harina de cebada tostada), lo que incrementa su valor a 460 bolivianos por quintal, aproximadamente”, explica. Esta alternativa permite que los agricultores obtengan mayores ingresos y reduzcan su dependencia de intermediarios, dice.
Asimismo, señala que el reconocimiento de productos ecológicos con sellos de certificación también es esencial en este proceso. “Desde la pandemia, los consumidores buscan alimentos más saludables, y al contar con certificaciones ecológicas, nuestros productos tienen más aceptación en tiendas especializadas y supermercados”, agrega.
Reforestación en Tarabuco
Además de la producción agroecológica, Chambi dedica su vida, desde hace dos décadas, a la reforestación de su comunidad y otras regiones de Chuquisaca. Recuerda que su compromiso con el medio ambiente nació al ver cómo los bosques nativos desaparecían con el tiempo, afectando la disponibilidad de leña y la biodiversidad.
“Antes, en mi comunidad había bosques de árboles nativos, pero con la explotación de leña los han terminado. Por otro lado, hay cerros pelados y hay que forestar y reforestar”, cuenta. Hace más de 20 años inició su misión de reverdecer Tarabuco y, hasta la fecha, logró plantar más de 50 mil árboles en más de 100 hectáreas. “Hasta 2025 nuestra meta era que mi comunidad sea verde, ecológica y turística y ya estamos en un 80 por ciento de los cerros reforestados”, comparte.
Inicialmente, la reforestación se realizaba con especies exóticas como el eucalipto y el pino, con apoyo externo, pero con el tiempo priorizaron la recuperación de árboles nativos como el molle.
Además, su iniciativa se expandió a otros municipios y ciudades como Sucre, donde han plantado miles de árboles para mitigar los efectos del cambio climático. “Mi sueño personal es plantar un millón de árboles y estamos trabajando para lograrlo”, afirma, siendo una inspiración para su comunidad.
Gracias a la reforestación se logró mejorar, visiblemente, la calidad del suelo, se ha regulado el clima local y se han generado nuevas fuentes de ingresos, como por ejemplo, con la producción de hongos comestibles, como los que crecen en los bosques de pinos y que son comercializados, subraya.
Chambi participa en reuniones comunitarias y utiliza las redes sociales para animar a otros agricultores y ciudadanos a unirse al movimiento. “Siempre les digo que los árboles son como nuestros hijos: si los cuidamos bien, nos devolverán mucho más de lo que les damos”, reflexiona.