Del puesto de comida a la fábrica de papas pre-cocidas, el salto de un emprendedor alteño
Vladimir Nina pertenece a una familia campesina, de productores de papa. Hace diez años, intentó retomar la actividad de sus padres y sembró en los terrenos de estos en la localidad paceña de Huarina, pero no le fue bien por falta de conocimiento. De vuelta a la ciudad, abrió un pequeño emprendimiento de comida callejera y, entonces, se dio cuenta de la necesidad que tienen estos negocios de papas para preparar sus platos, y de las dificultades que el aprovisionamiento de esta representa para ellos, pues necesitan almacenarla en importantes cantidades, sin contar con suficiente espacio para ello. Pensó que si este era un problema para él, que era tan pequeño, cómo lo sería para, por ejemplo, las grandes cadenas de pollo con papas fritas. Fue entonces cuando, como se dice, “se le prendió el foco”. “Era como si en mi vida hubiera estado armando las cosas para este momento”, dice con optimismo Nina.
Hoy, su emprendimiento de suministro de papa pre-cocida para los restaurante de comida rápida es uno de los 15 finalistas del concurso “Emprender en tiempos de crisis” organizado este año por la Fundación Samuel Doria Medina Arana. Se impuso sobre las 4.330 proyectos de emprendimiento que se presentaron este año.
Nina compra papa nacional en Chuquisaca y Tarija, donde estos tubérculos se cultivan en mayor cantidad actualmente. Traslada la materia prima a El Alto, en la zona de Alto Lima, donde tiene una pequeña fábrica en la que pela, lava, pica y somete a pre-cocción las papas. Esta última fase, que es la más difícil, se divide a su vez en dos etapas: el escaldado o hervido de la papa y luego, su paso por el aceite. Una vez pre-cocida, la papa es congelada y se distribuye a los clientes. Estos sacan las papas de los envases, que se le pueden entregar diariamente, las mete a su freidora y “por arte de magia”, dice Nina, salen ricas y crocantes, y se sirven. El negocio todavía no tiene nombre y se basa en las relaciones personales entre Nina y sus clientes, pero él quiere llamarlo “Yo papa”.
La demanda de restaurantes y puestos de El Alto y La Paz es alta, tanto que sobrepasa la capacidad de producción del emprendimiento. “Nuestra papa pre-cocida se cuece rápido, en dos o tres minutos, y es más rica y crocante porque ha sido previamente preparada”, explica Nina.
Este considera que su fábrica todavía es “artesanal”, aunque ha puesto en ella las máquinas freidoras de su antiguo restaurantes, que antes consideraba “industriales”. Y pese a que da empleo a cuatro personas. “Industrial para un restaurante no es lo mismo que para una fábrica como la nuestra”, señala. Por eso, invertiría el dinero del concurso, si lo obtiene, en la compra de maquinaria verdaderamente industrial: una freidora y una cinta transportadora, para comenzar.
Y, a largo plazo, volvería a plantar papas en los terrenos de su familia, porque la materia prima “esta cara y, lo peor, se desaparece”.