Un riberalteño es un emprendedor “rescatador de maderas finas”
La madera verdadera está desapareciendo del mundo y de Bolivia. Encontrar muebles, adornos, marcos de madera verdadera resulta cada vez más difícil o tiene precios prohibitivos. Al mismo tiempo, en muchas casas hay muebles y adornos antiguos de madera que están sepultados bajo una pila de trastes y cajas. Partiendo de esta paradoja, el artista plástico Junior Yarari, de Riberalta, ha ideado el emprendimiento Pintarte, que se dedica a la restauración de muebles viejos y la “recuperación” de la madera noble contenida en adornos viejos para su transformación en nuevos utensilios y trebejos decorativos.
Pinarte es uno de los 15 finalistas del concurso “Emprender en tiempo de crisis” organizado por la Fundación Samuel Doria Medina Arana este año. Su idea de negocio se impuso entre 4.833 concursantes.
Para ilustrar su negocio con un ejemplo extremo, Yarari cuenta que una vez recuperó una madera noble del río y, tras tratarla, la convirtió en una lámpara. Pero su línea principal de trabajo es la restauración de muebles usados: muebles clásicos, coloniales, antiguos. Con un poco de creatividad, con un “toque artístico”, estos muebles se convierten en lo que fueron desde el principio: elementos de un estilo de vida elegante y símbolos de distinción. Con esto, dice Junior, “ganan todos”.
Junior Yarari se describe como un “artista innato” que tiene experiencia en todas las artes plásticas. En 2011 pasó un curso de carpintería y siempre ha hecho sus propios marcos, es decir, está familiarizado con la marquetería. En 2018, se le ocurrió comenzar a “retocar” los muebles de las casas señoriales y de clase media de Riberalta. “A la gente le pareció interesante”, cuenta. Ahí comenzó todo. Hoy adquiere muebles y los restaura a su propio riesgo o los restaura para otros. Y hace un trabajo que considera “algo que todos pueden hacer”, pero que no resulta nada fácil: crear nuevos adornos de partes de objetos irrecuperables de madera. Por ejemplo, algunos propietarios le piden transformar un ropero en una suerte de closet, una operación que deja libres las puertas, las cuales pueden convertirse en decoraciones o incluso en mesas.
“Recién me están conociendo; recién estoy saliendo a la luz”, dice Yarari, que cuenta que en su experiencia de cinco años ya se topó con piezas únicas, muebles que tenían más de cien años y que estaban tirados porque no se conocía su valor histórico o no se sabía cómo recuperarlos.
Pinarte contacta a sus potenciales clientes por Internet y hasta ahora solo trabaja en el “eje del norte” compuesto por Riberalta y las ciudades bolivianas del norte amazónico, que se hallan conectadas con algunas urbes brasileñas.
El sueño de Yarari es incrementar su capital para comprar más muebles y madera antigua (la gente no la regala porque la usa para hacer hogueras) y, a mediano plazo, crear una galería con las piezas que vaya rescatando y renovando.
Junior trabaja con sus hermanos; el suyo es un negocio familiar. Si ganara el premio del concurso de la Fundación Doria Medina, lo usaría para comprar herramientas específicas para su trabajo de restauración.
“Ya me siento un ganador, por haber clasificado de entre 4.330 personas”, dice. “Es la primera vez que se le da una oportunidad al arte como un medio para emprender”, añade.