Análisis. Niñas y adolescentes, presas en el abuso disfrazado de amor
Guadalupe Castillo
Enamoramiento, seducción, supuesta protección, infinitas promesas envueltas en secretos y encuentros ocultos son parte de las estrategias que varones adultos usan para conseguir acceso carnal con niñas y adolescentes que terminan engrosando las listas de víctimas de estupro con consecuencias irreparables en su vida. Entre la justificación, la complicidad y el desconocimiento, la sociedad tolera y naturaliza el abuso camuflado en amor.
Con solo 14 años de edad, Mariana (nombre ficticio) dio a luz un niño fruto de una relación con un hombre que le doblaba en edad y a quien consideró su “novio” por más de un año.
Dejó sus estudios, su familia y su círculo social por quien ella pensaba que era su pareja para toda la vida pero al final él desapareció.
Como ella, decenas de adolescentes de entre 12 a 16 años son víctimas de este delito tipificado en el artículo 309 del Código Penal, que a la letra dice: “Estupro. Quien mediante seducción o engaño tuviera acceso carnal con persona de uno u otro sexo mayor de catorce y menor de dieciocho años, será sancionado con privación de libertad de tres a seis años”.
En 2021, la Fiscalía General del Estado recibió 50 denuncias de este delito solo en Tarija, según las estadísticas publicadas en su sitio web. Mientras datos con la información recogida de las Defensorías municipales dan cuenta de 627 casos de violación a niñas y adolescentes y más de 160 de estupro en el departamento, entre la gestión 2018-2021.
Para Marlene Fernández, trabajadora social que por más de diez años asiste a niñas y adolescentes víctimas de violencia sexual, el estupro es un delito “naturalizado” en la sociedad, y los casos que se denuncian o llegan a instancias judiciales no reflejan la verdadera incidencia de estos hechos en el departamento.
Por su experiencia, da cuenta de que los agresores se valen de múltiples estrategias para encubrir el ilícito, persuaden y manipulan a las víctimas a tal punto que en algunos casos las menores no reconocen que los sujetos atentaron contra su integridad —lo que solo se revela con una terapia integral que dura años— y se niegan a la denuncia.
“Es un delito porque se entorpecen los procesos naturales y sociales de crecimiento y de maduración de las niñas y adolescentes, y se les anulan todas las posibilidades de desarrollo personal, acceso a oportunidades y actividades propias de su edad”.
La directora del Centro de Capacitación e Investigación de la Mujer Campesina de Tarija (CCIMCAT), Rosario Ricaldi, señaló al estupro como un delito invisible en la sociedad boliviana, del que poco se habla y que, por el contrario, a veces goza de tolerancia y complicidad en la misma familia de la víctima.
Afirma que cuando de por medio hay un embarazo, “como sucede en muchos de los casos”, se busca el arreglo entre familias, enfocado desde la perspectiva de un alivio económico para la familia o mejores condiciones para la crianza del hijo.