¿Raíces? Mejor alas
Hoy escuché, de mucho tiempo, una exhortación a “recuperar nuestras raíces”. Interesante. Pensé que el tema había pasado de moda.
Y, claro, me vi obligado a preguntar sobre el sentido de la expresión. Nunca entendí a qué se refería el asunto y, debo confesarlo, me gusta tener un par de piernas. Son geniales para moverse y conocer nuevos lugares. Me imagino que tener raíces es bastante incómodo y aburrido. Debe ser triste mirar el mismo cerro durante toda la vida... Si me dieran a escoger, preferiría tener alas.
Pregunto y me dicen que se trata de recuperar “nuestro idioma originario”. Y al principio estoy muy contento porque sería genial volver al latín, de donde deriva el español que uso casi todos los días, el francés que aprecio cada vez más y el italiano que estoy aprendiendo.
Y nada. No había sido eso. Este país lleva medio milenio hablando español, ¿cómo que no es el idioma fundamental de esta tierra? Extraño y sorprendente.
No entiendo por qué esto de hablar otros idiomas sería asunto colectivo. Nada impide a cualquier ciudadano estudiar aymara, quechua o guaraní. De hecho, sería bastante positivo hacerlo antes de que dichas lenguas desaparezcan en una o dos generaciones.
Insistiendo, me dijeron que también era cuestión de recuperar nuestras creencias y ritos ancestrales. Y ahí me preocupé un poco. No me gusta la idea de sacrificar gente a los cerros o adorar al sol. De verdad creo en la dignidad fundamental y valor intrínseco de todos los seres humanos (hasta de los masistas). Este concepto, esencialmente cristiano, me impide utilizar a otro individuo como instrumento para ganarme la buena voluntad de algún dios premoderno. Además, reconozcamos que esos ritos son bastante ordinarios y estéticamente deplorables. Si no abandonan el paganismo por principios, háganlo por favor por rechazo a la vulgaridad y lo ch’ojcho, estimados amigos.
Columnas de ERNESTO BASCOPÉ