La oposición light
Si bien el pasado referéndum estaba destinado a conocer el criterio de la población respecto a otorgar a Evo Morales y García Linera la oportunidad de ser candidatos en las próximas elecciones modificando la Constitución, éste estuvo cargado de un fuerte contenido plebiscitario respecto a la gestión del MAS y al deterioro de la imagen personal del presidente a raíz del caso Zapata. Un escaso margen en favor del NO, derivó en una derrota política de la que el oficialismo intenta reponerse, provocando todo tipo de estertores en su accionar institucional y político.
Sin embargo y de manera paradójica, los partidos de oposición no ganan terreno sólido. Antes de que los bolivianos concurriéramos a las urnas, otro plebiscito ciudadano se manifestó a través de los mecanismos tradicionales del tejido social, la comunicación y de sus nuevas redes. Claramente se sentía “en el ambiente” un consenso ciudadano que de manera espontánea y explícita excluía a los partidos políticos y líderes de la oposición como interlocutores válidos de la fracción genérica de rechazo al actual régimen. Este hecho que debió haber provocado un profundo análisis autocrítico, parece que no llega motivar convicciones y actitudes firmes de la oposición light. Así, la fortaleza del oficialismo radica fundamentalmente en la debilidad de la oposición.
La enorme incapacidad de arriesgar espacios de poder y egos personales en la búsqueda de alianzas e intereses comunes, la renuencia a actuar de manera coordinada para encarar la descomposición democrática transparentando el rol del Tribunal Supremo Electoral, la falta de coordinación para proponer leyes y ejercer el rol fiscalizador, la debilidad de sus estructuras orgánicas, la ausencia total de mecanismos de debate ideológico interno e interpartidario para la elaboración de un proyecto de alcance nacional, entre otros aspectos, caracterizan las debilidades estructurales de quienes debieran administrar el mandato ciudadano respecto a la de la alternancia de los grupos de poder en la administración del estado.
Pero más aún, es verdaderamente preocupante y sin duda nocivo para la salud de la democracia el que los instrumentos políticos alternativos al gobernante, se hayan constituido en una especie de “partidos circo” en el que cada que se arriba a una coyuntura preelectoral, montan la carpa, contratan malabaristas y animadores, consiguen bailarinas y por supuesto también payasos tristes cultores del transfugio. Terminada la función, se desmonta la carpa y ¡hasta la próxima elección! Sólo quedan quienes lograron acceder a algún cargo en el disperso entramado departamental del país o en la cupular montaña del parlamento, alejada e indiferente de las necesidades de quienes los eligieron, dedicados a la “política nacional”, como eufemismo que justifica la subordinación al jefe o el desinterés por su región.
En el ámbito local y pese al desencanto respecto de la gestión gubernamental, los opositores locales están también demostrando serias limitaciones para representar con claridad ese sentimiento, no sólo en la administración del principal municipio de Cochabamba, sino que tampoco atinan a construir un proyecto político que articule y redefina el rol de nuestra región en un contexto adverso, marcado por la pérdida de protagonismo en el desarrollo económico como también en el de su identidad.
El autor es comunicador social.
Columnas de JAIME PONCE BLANCO